Tras el anuncio de la captura de Joaquín El Chapo Guzmán, efectuada el viernes pasado, una avalancha de sospechas inundó las redes sociales. Comenzaron a aparecer decenas de memes y comentarios sobre la aprensión del capo de la droga como una cortina de humo para desviar la atención de otros problemas como, por ejemplo, la subida del dólar.


El diccionario de la Real Academia Española define ‘cortina de humo’ como un artificio de ocultación, es decir, como una distracción fabricada con el ánimo de impedir la visión de algún hecho. ¿Por qué nuestra primera reacción ante lo que el presidente de México considera una “misión cumplida” fue de sospecha?

La desconfianza en nuestras instituciones llegó a tal grado que hubo quienes creyeron que la oportuna detención del Chapo (anunciada, por cierto en viernes a la hora de la comida) fue un teatro montado por el gobierno, en franco acuerdo con el líder del Cártel de Sinaloa. El analista político John Akcerman habla de una posible “detención negociada”, hecha con el fin de mejorar la fama del régimen de Enrique Peña Nieto y desviar la atención de fallas grandes, como la falta de resolución justa para el caso de Gisela Mota (¿te suena el nombre? Lee aquí) o la infinita búsqueda de los 43 normalistas desaparecidos por cuerpos de seguridad nacionales.

Sin embargo, no es la primera vez que una captura o fuga de Loera Guzmán hace sospechar a la opinión pública. Cuando fue apresado el 26 de febrero de 2014, el entonces presidente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Martí Batres dijo que se trataba de una:

“cortina de humo para ocultar la creciente delincuencia en el país, el fracaso del Tratado de Libre Comercio y la reciente aprobación de las llamadas reformas estructurales que van a profundizar la crisis de inseguridad que está viviendo México”. (vía La Jornada)

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En esta ocasión la sospecha ha tomado varias vertientes a partir del hecho central de la falsedad de la captura. La mayoría de defensores de la “cortina de humo” consideran que no hubo un ejercicio legítimo de legalidad ni de justicia. Pero, ¿en qué sentido cambia las cosas el hecho de que la captura sea real o no?

El hecho de que un presidente anuncie la aprensión de uno de los villanos más populares de México (y probablemente del mundo) provoca una reacción en cadena que comienza a funcionar perfectamente incluso si hubo un espectáculo montado en su inicio. Los medidores de efectividad en justicia y seguridad considerarán la captura del Chapo como un logro y el gobierno mexicano puede celebrar su buena actuación de manera pública y masiva:

El  Presidente de la República expresó su reconocimiento institucional y personal, “reitero mi mayor felicitación y reconocimiento a todo el personal, a todos los elementos de todas las instituciones de seguridad de nuestro país que han participado en la reaprehensión de este delincuente que veníamos buscando”. (vía Presidencia)

Lo que importa realmente no es cuestionar la veracidad del hecho (los medios para comprobar si se montó un teatro o fue una acción verdadera están fuera de un alcance inmediato), quizá podría ser más interesante observar la secuencia de mensajes y acciones gubernamentales que seguirán para incidir en algún momento de la cadena y romperla.

Es fácil pensar que una noticia tan seductora como la de Guzmán Loera puede servir para desviar la atención de otros problemas; sin embargo, a veces el sistema no funciona así. Una verdad autogenerada, que no se sostiene en hechos reales (como una puesta en escena) tiene como fin su propia existencia, ella misma se vuelve base de un aparato político que permite la permanencia del gobierno. Una vez que ese aparato comienza a andar, su fundamento pierde importancia.

No obstante, la atracción que ejercen las teorías de conspiración y la sospecha de que hay un plan oculto detrás de lo que vemos es tal que la captura del Chapo Guzmán no es la primera ocasión en la que la opinión pública muestra su ingenio.

Por ejemplo, en 1995 se creía que el Chupacabras, un animal fantástico que se alimentaba de la sangre del ganado (más tarde se comprobó que se trataba de perros ferales), era un invento del gobierno para distraer a la población de la crisis económica.

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Algo similar sucedió en 2009, cuando se esparció por México el terror preventivo contra la influenza AH1N1. Algunos creyeron que se trataba de un plan del gobierno para propagar pánico entre los ciudadanos y distraerlos de la crisis de violencia en el país; otros, que era un plan para mejorar el mercado de las farmacéuticas que incluía contratos millonarios para secretarías gubernamentales.

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Cuando en 1994 el candidato priista a la presidencia, Luis Donaldo Colosio, fue asesinado, se culpó a Mario Martínez Aburto de haber perpetrado el crimen de manera independiente y aislada; sin embargo, no tardaron en aparecer teorías sobre una conspiración política contra el candidato porque pretendía actuar bien, aunque eso significara traicionar los intereses del partido o de la clase política en el poder.

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A final de cuentas, dejarse ir por la idea de las “cortinas de humo” o articular teorías conspirativas para explicar la realidad impide que podamos hacer las preguntas adecuadas frente a los hechos y poner atención en los detalles importantes.

¿Alguna vez has caído en la tentación de elaborar explicaciones sospechosistas para explicar alguna noticia?

Nuestros compañeros de El Deforma hicieron una guía para aprovechar los momentos en que es pertinente pensar que todo es una conspiración, ¿con cuál paso te identificas?:

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