Sólo al entender la realidad ajena se puede generar la reconciliación, explicó Eunice Rendón, coordinadora de Viral. Y justamente eso pretende la organización junto con Pedro Carrizales, El Mijis; Enrique Gómez, Mibe; Mayra Valenzuela y Antonio Briones, cuatro actores sociales que se han dedicado a la recuperación de espacios públicos en México, desde Ciudad Juárez, hasta Tepito.
“Se trata de entender el por qué sí y no solo estigmatizar de entrada con un ‘no porque viene de una pandilla’, ‘no porque cometió esto o lo otro’. (…)
Son, sin duda, elementos y actores clave, fundamentales, de este cambio que estamos esperando y sobre todo para generar políticas y acciones a la medida”, declaró Rendón a Plumas Atómicas en el evento Speak Up: Construcción de Paz desde el Barrio, en Tepito.
Para Rendón, las políticas actuales han fallado en comprender la diversidad de las juventudes y para eso se reunieron este martes 24 de julio las cuatro figuras. Rendón apunta que ellos son de las mejores opciones para echar luz sobre los problemas a los que se enfrentan los jóvenes en el país cuando quedan expuestos a riesgos, ya sea el desempleo, las pandillas, las drogas o la violencia.
El Mijis, quien ha visibilizado a los “chavos banda”, se colocó en el escenario nacional tras su victoria como diputado local en San Luis Potosí por su historial, pero fue un largo camino para que llegara a ese cargo.
“Yo no inicié en las pandillas por falta de amor, yo inicié por el entorno que me empezó a envolver, esas faltas de oportunidades“, dijo el potosino.
El diputado electo inició su vida en las bandas a los 12 años en una colonia de Soledad, San Luis Potosí, llamada Villa Alborada. Se ganó el respeto de la gente por peleas contra otras pandillas, pero se jugó la vida en varias riñas. Cuando nació su hijo, no pudo salirse, pero finalmente su vida dio la vuelta tras la muerte de su madre y una depresión.

Ahora El Mijis es conocido por el trabajo que hace con su organización, Movimiento Juvenil Popular, el cual se dedica a darle oportunidades a jóvenes en condiciones marginales. Su labor social creció y su fama también. Se metió a la política y finalmente ganó pese a atentados contra su vida y la estigmatización en su contra.
Como él, Mibe, un grafitero que se rehúsa a ser catalogado como artista, empezó su vida en Nezahualcóyotl, en el Estado de México. Creció con pocas oportunidades con sus abuelos y aunque trabajó haciendo tamales, coqueteó con la vida de las pandillas, hasta que vio a sus primos caer en esos pasos.
“A uno le dieron 20 puñaladas y lo tiraron en el Bordo, a otro le dieron dos balazos en la cabeza afuera de casa de mi tía, a otro lo mató El Pistachón en un chimeco. Yo quería ser como mis primos (…), uno siempre me decía: ‘no te metas en esto'”, relató Mibe en conferencia.
Tras cometer robos y otras actividades delictivas, encontró el grafiti. La disciplina adquirida en el manejo de los aerosoles le reveló que la vida podía ser distinta: hoy Mibe es reconocido por el masivo trabajo que hizo para la rehabilitación de Las Palmitas, en Hidalgo, donde participó en la desactivación de un conflicto entre dos bandas.

Mayra Valenzuela, conocida como una de las Siete Cabronas de Tepito, explica que una vida digna y justa es lo que persigue para el barrio con su lucha. Para ella, lo importante es la reivindicación, la visibilización y la legalidad.
“El hecho de ser de Tepito te estigmatiza, te criminaliza. (…) Nosotros decimos, Tepito existe porque resiste y resiste todos estos embates”, declaró Valenzuela en el evento.
Para Valenzuela, este encuentro en Tepito es sólo un primer paso. A todo esto sigue una larga campaña para recuperar el tejido social de los barrios y empoderar a la población, no sólo en la capital, sino en el país. Arte, educación, cultura son tres ejes que espera promover con su movimiento en el distinguido barrio.

Como Valenzuela, Mibe y Carrizales, Antonio Brione lucha desde Ciudad Juárez, Chihuahua, una urbe marcada por la violencia. En el barrio donde Tony creció, desde que tiene memoria, recuerda esa violencia, la cual era determinante para acceder a derechos tan básicos como la educación.
“Era un esfuerzo gigantesco para lograr cosas. Me toca empezar a ver que la violencia en mi comunidad estaba cada vez peor y decidí que eso no era lo que yo quería (…). Decidí no dejar el barrio, pero sí cambiar la dinámica”, expresó Briones.
Su lógica fue perseguir un giro para las comunidades, empezando por las pandillas. Ahora, su proyecto Del Barrio a la Comunidad se enfoca en alejar a los jóvenes de los vicios y acercarlos a actividades como el rap, el breakdance y el grafiti.
Son cuatro actores sociales, cada uno luchando desde diferentes puntos de la República a favor de la reconciliación, la dignidad y medidas alternativas para hacerle frente a la seguridad.