En 2005, la Lengua de Señas Mexicana (LSM) se consideró patrimonio lingüístico de la nación. Desde entonces, el gobierno mexicano ha asumido la responsabilidad de permitir que los Sordos tengan acceso a la educación en su propia lengua.

¿Por qué la Lengua de Señas no es ‘el verdadero lenguaje inclusivo’?

Sí, su propia lengua. Esto es porque el leguaje de señas se convierte en la manera que tienen los Sordos de entender el mundo y comunicarse entre sí, aunque los oyentes no siempre formen parte de esta conversación. Se utiliza la grafía “Sordo” con mayúscula para referir a las costumbres y tradiciones de la comunidad Sorda y “sordo” con minúscula, para referir a la condición médica.

La LSM se conforma de dos procesos de significación diferentes: la dactilología y los ideogramas. El primero refiere a lo que en la lengua oral se conoce como deletreo. El segundo refiere a una palabra representada a partir de varias configuraciones de la mano. Ésta se hace con la mano dominante y la otra sirve de apoyo. (Vía: CONAPRED)

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Igualmente, hay acciones que, realizadas mientras se signa pueden entenderse como “faltas de educación”, como cuando en la lengua oral hablamos con la boca llena. Éstas “faltas de educación” incluyen usar ropa con estampados (porque las manos no resaltan y se pueden confundir), mascar chicle (porque la gestualidad de la boca también es importante en el LSM), tener las uñas pintadas y usar joyería excesiva.

La comunidad Sorda piensa con lenguaje a nivel abstracto. Es decir, se utiliza una gramática con estructura breve, sin utilizar artículos o preposiciones, únicamente sujeto, verbo y adjetivo. Que el lenguaje sea concreto permite que no sea tedioso o lento cuando se signa. 

Además, la comunicación no es únicamente con las manos, es con todo el cuerpo. Parte de la comunicación implica las expresiones gestuales, faciales y corporales. 

Aunque la Secretaría de Educación Pública (SEP) ya tiene establecido la Lengua de Señas Mexicanas a nivel país, funciona también el uso de dialectos por medio de la regionalización. Aunque los modismos que conocemos en lenguaje hablado no encuentran cabida en la LSM (ya que es más concreto), los regionalismos refieren a necesidades lingüísticas de cada comunidad. (Vía: Diccionario de la Lengua de las Señas Mexicanas)

Es importante mencionar que no todos los sordos son mudos. El sordo puede hablar pero, como no se escucha, su voz es inarmónica al no hacer la modulación que sí hacen las personas con lenguaje hablado. 

Igualmente, la discapacidad auditiva se divide en dos: sordera e hipoacusia. Mientras la primera refiere a restos mínimos de audición, la segunda implica baja audición y puede mejorarse con un auxiliar auditivo.

En una entrevista de Plumas Atómicas con Alejandra Yépez, supervisora de educación especial, nos dijo que si una persona pierde la audición después de haber aprendido el lenguaje gramatical, tiene ganada la lecto-escritura. Sin embargo, cualquier niño sordo puede aprender a leer y escribir a partir de la vista. Pueden aprender a escribir respetando las reglas gramaticales del español, aunque esto no corresponde a su lenguaje natural en donde no existe los mismos nexos. 

Por lo tanto, aunque los subtítulos pueden funcionar como medio de comunicación, implican un doble esfuerzo para el sordo. Por ley, se requiere que en todo evento público exista un intérprete.

La discapacidad auditiva es cada vez más común. Para hacer valer sus derechos, se debería de incluir letreros con lenguaje de señas, símbolos y pictogramas. De este modo, se harían partícipes de la comunidad sin que la discapacidad auditiva implique una pérdida de conocimiento. La inclusión también es lingüística.