La historia del Día del Niño en México está profundamente vinculada con la lucha laboral: más que tratarse de un “reconocimiento de sus derechos”, nació como un festejo para los obreros más chiquitos, pero, hoy, parece más un recordatorio de todo en lo que les fallamos.
Nada que celebrar: 2.2 millones de niños en actividades económicas no permitidas
La celebración del Día del Niño hoy, más que un recordatorio del avance que ha tenido la lucha por sus derechos y su reconocimiento como parte central de la sociedad, es más una fiesta enorme que, en ocasiones, se celebra de las peores maneras para los festejados, como, por ejemplo, invitándolos a “festejar” yendo a un conferencia mañanera del presidente.
Pero este festejo no siempre ha sido para “el futuro de México”, ni para la idea que hoy tenemos de la infancia. De hecho, esa idea es tan moderna que puedes preguntarle a tus abuelos si este día se festejaba y, seguramente, te mentarán la madre y te pondrán a trabajar en algo.

Y es que, justamente, el origen del Día del Niño, al menos en México, no viene de su reconocimiento como población vulnerable ni como parte de los traumas y culpas de una Gran Guerra, sino como eje central de una identidad política y nacional que no tiene tanto que ver con sus derechos, como con su potencial de ciudadanos, obreros y soldados.
Como escribe la historiadora Susana Sosenski:
“Para entonces (en 1920), los niños representaban la medida de los avances y la modernización del naciente Estado mexicano, y en la retórica oficial se aludía a su poder como futuros ciudadanos, como metáforas de los proyectos de una nación imaginada, y como evidencia de la posibilidad de construir un ciudadano ideal desde el nacimiento“. (Vía: Sosenski, “El Día del Niño en México: del festejo del trabajo a la fiesta del consumo (1920-1950))
Se acordó que el 1 de mayo 1925 los niños formaran una valla para saludar la manifestación obrera en la capital. Los niños "honrarían" a los trabajadores y éstos a los niños. La SEP invitó a que los trabajadores se concentraran en los homenajes a los niños en sus casas. pic.twitter.com/RVwjoz0B2Y
— Susana Sosenski (@luisa__correa) April 30, 2019
Para 1925, cuando el Secretario de Educación Pública, José Manuel Puig Casauranc, solicitó a la CROM que, junto con el festejo del Día del Trabajo, el 1º de Mayo, se sumara a los niños: entonces, no era ilegal que los niños trabajaran y, de hecho, lo hacían y mucho.
Sin derechos, protección o garantías de que su derecho a la educación se respetara, miles de obreros no alcanzaban el metro 20 centímetros y tenían menos de diez años. Como todavía permanece, se creía que el trabajo dignificaba, ‘forjaba carácter’ y “regeneraba la moral” de0 los pequeños empleados.

La solución de la CROM, tal como lo cuenta en un amplio hilo de Twitter Sosenski, fue que cientos de niños realizaran una valla que recibiría a los contingentes de trabajadores en el desfile del 1 de mayo.
La elección del 30 de abril fue meramente accidental: si los niños no podían ir a las escuelas el 1 de mayo porque era un día oficial, el 30 podían celebrar el día obrero y, de paso, el del niño. Incluso, en 1936, el gobierno de Lázaro Cárdenas lo rebautizó como el “Día del Niño Proletario”.
En toda esta historia, nunca se habló de un #DíadelaNiña. Que estos días se conviertan hoy en un momento para reflexionar sobre la necesidad de proteger a la infancia, de reconocer a niños y niñas como sujetos de derechos y para verlos como protagonistas de la historia.
— Susana Sosenski (@luisa__correa) April 30, 2019
El origen del Día del Niño en México fue, siempre, pensado no para los niños, sino para el avance de la Nación, como un espectáculo político que celebrara lo que los niños (siempre los niños y nunca las niñas, eso no sobra decirse) serán y no lo que eran, lo que son.
Hoy, ¿sí se celebra a los niños por lo que son o por el nicho de mercado que representan?