Las listas de libros son una costumbre editorial de doble filo que prevalece por una razón sencilla: funciona. Funcionan para rescatar libros, subrayar la importancia de otros, aclarar lo que no se dijo en una reseña y, sobre todo, para ofrecer un arco de posibilidades. Aquí las lecturas que desde Plumas Atómicas recomendamos para todos ustedes, dividas en dos grupos: una lista mexicana con mucho de lo más representativo de este año y un puñado aparte de lecturas extranjeras donde no se distingue por idiomas.
Daniel Saldaña París, El nervio principal (Sexto Piso)
En El nervio principal una madre deja la Ciudad de México, y a su hijo de diez años aficionado al origami, para unirse al naciente EZLN. Editada por Sexto Piso, la segunda novela de Daniel Saldaña París es mucho más directa e íntima a diferencia de la pirotecnia formal de su anterior libro.
Juan Villoro, El vértigo horizontal (Almadía)
A estas alturas, para todos es conocido que una de las mayores obsesiones literarias de Villoro es la Ciudad de México. Hace unos años, compuso la letra de una canción para Café Tacvba que ya contenía esa descripción afortunada de cómo se siente vivir en el monstruo antes llamado DF: “El vértigo horizontal”. Ahora recupera esta frase para nombrar uno de sus mayores libros.
Eduardo Ruíz Sosa, Primera silva de sombra (Caballo de Troya)
Eduardo Ruiz Sosa narra desde la idea del “viaje” una serie de crónicas y ensayos que andan entre los tratamientos médicos contemporáneos y la violencia mexicana. A través de experiencias personales y ciertas experiencias ficticias para echar luz sobre ciertas sensaciones que lo han obsesionado desde libros anteriores, como Anatomía de la memoria, premiado en España y publicado por la prestigiosa editorial Candaya.
Diana del Ángel, Barranca (Tierra Adentro)
Si el año pasado publicó Procesos de la noche, una crónica intensa sobre el periplo familiar alrededor del normalista Julio César Mondragón y el resto de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, este año Diana del Ángel publica Barranca, un poemario intenso y conmovedor, de esos títulos difíciles de rastrear entre otros integrantes de su generación.
Pedro Ángel Palou, Todos los miedos (Planeta)
Aunque de fuera su descripción pueda despistar a algunos, Todos los miedos no es un thriller cualquiera. Muy por el contrario es una desgarradora novela sobre el presente mexicano, protagonizada por una periodista valerosa capaz de confrontar al sistema político.
Inti García Santamaría, Évelyn (Dharma Books)
No es secreto que Inti García algunas de las páginas más interesantes de su generación. Este año regresó con Évelyn, un libro desconcertante que Roberto Cruz Arzabal describe en los siguientes términos: “La poesía de Inti es más bien una forma de desviar la mirada. Una forma de soslayar, de mirar oblicuo. Un mirar enmascarado, claro. Évelyn es un libro de poemas que busca la poesía al tanteo y de soslayo, pero que no deja de buscarla“. Si alguien desea saber en qué anda y hacia dónde va la poesía en este país, debe leer este libro.
Álvaro Enrigue, Ahora me rindo y eso es todo (Anagrama)
Luego de la formidable Muerte súbita, Álvaro Enrigue regresa con una anómala novela histórica cruzada por un western, donde el examen del territorio ocupado por los apaches y su líder Gerónimo se cruzan con las preocupaciones metaliterarias que ha seguido Enrigue a lo largo de su obra. Ardua, hilarante e intensa, Ahora me rindo y eso es todo es una novela sobre espacios confrontados: México y Estados Unidos, Europa y América, padres e hijos.
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Haruki Murakami, La muerte del comendador (Tusquets)
El célebre escritor japonés regresa luego de algunos años con una novela donde se muestra en excelente forma. Su estilo, tan heredero de Raymond Carver como de Franz Kafka, aún es capaz de atraer magnéticamente al lector por medio de tramas que rozan el delirio y una prosa debidamente podada, como un jardín.
Agustín Fernández Mallo, Trilogía de la guerra (Seix Barral)
Los temas pop con los que Fernández Mallo se hizo famoso en la década pasada han sido reemplazados por disquisiciones históricas, pero eso no significa que el autor de Nocilla Experience haya traicionado el proyecto renovador emprendió hace una década.
Lisa Halliday, Asimetría (Alfaguara)
Desde que se publicó esta primera novela a principios de año, solo ha recibido elogios por propios y extraños en Estados Unidos. Leer el éxito de Asimetría solo en función del chisme que incluye (una relación entre un escritor judío consagrado y una joven escritora, trasunto del romance de Halliday con Philip Roth) es una mezquindad, pues pasa por alto una prosa en extremo calibrada.
Samanta Schweblin, Kentukis (Random House)
La nueva novela de la argentina Samanta Schweblin dibuja una peculiar pesadilla tecnológica donde es inevitable estar conectados, pero también es inevitable la soledad. Con personajes aislados en medio de las multitudes, expuestos a ojos anónimos en medio de su sala, en Kentukis se dibuja una metáfora nada discreta de lo que vivimos en redes sociales y del futuro inmediato, ese que está a dos actualizaciones y un gadget de distancia.
