Catfish
(Imagen: Plumas Atómicas)

Entablar relaciones sexo-afectivas depende en gran medida de la inteligencia emocional y la educación afectiva y sexual que tenemos. En primera instancia podría parecer rara o clínica esa conclusión, pero pensémoslo así: entre más sanidad mental y emocional tenga una persona, mejor se relacionará con los otros y las emociones y actividades que quieran compartirle, sí inclusive el rechazo.

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Bien, la adecuada o inadecuada inteligencia emocional que podamos tener, aunado a problemas de inseguridad se instauran en un contexto en el que hay miles de apps, foros y personajes que mediante un mensaje de falso empoderamiento y amor propio, nos invitan a cambiar no sólo nuestra corporalidad, sino nuestra identidad.

¿Cuántas veces has utilizado tanto filtros que deberías usarlos en la vida real? ¿Cuántas veces has mentido sobre ciertas aficiones, gustos, etc? Parecerían mentirillas comunes, pero las cosas siempre pueden subir de nivel; hablemos de Catfish.

En el 2010 se estrenó un documental estadounidense llamado Catfish: mentiras en la red, emitido por MTV  En diversos capítulos Max Joseph y Schulman auxiliaban a las personas que habían conocido a sus parejas sentimentales en internet, pero no las habían visto, por lo que, comenzaban a sospechar de su identidad.

Tras un leve rastreo ambos conductores se percataban que las parejas de sus  invitados solían ser tipos sin mucho que hacer, pero con una gran habilidad para atrapar ingenuos en la red, con motivaciones diversas y con poco sentido.

Mas allá de la veracidad o mentira de la película, podemos preguntarnos qué consecuencias tiene esta practica en las redes sociales.

El catfishing podría definirse como la actividad de robar o crear una identidad virtual para engañar a una persona entablando una relación a distancia con la misma. Esta actividad tiene fines diversos como conseguir fotos íntimas, confesiones, datos o bienes económicos de aquellos a quienes engaña, posteriormente, algunos llegan a manipular a su víctima con ese contenido.

Si bien el internet parece un escudo que le permite a ciertas personas deshacerse de su timidez e interactuar con el mundo, puede que la falta de contacto físico y la visualización del otro cara a cara no les permita crear lazos fraternos o amorosos profundos, sanos o reales.

Esta práctica posiblemente conlleva más de una consecuencia emocional o tal física para aquella persona que es engañada. En este sentido, plantearse una relación sentimental con una persona a la que no has visto y sólo conoces mediante mensajes necesita de cierto nivel de ingenuidad o apego emocional insano.

Por tanto, al momento de conocer la verdadera identidad de la pareja, puede derivar en malestares emociónales cercanos a la depresión. La psicológa Lorena González puntualiza lo siguiente al respecto:

“Cientos de personas de todas las edades, diariamente exponen información valiosa en busca de un like o un comentario. “Esto no sólo refleja una gran inseguridad y baja autoestima, sino que pone en evidencia la cantidad de vidas irreales que realmente existen en las redes”. (Vía: Cultura Colectiva)

No sólo se trata del catfish, sino de las prácticas inadecuadas en la pareja como la posesión o los celos, a propósito Forbes reveló un par de datos acerca del amor y las redes sociales, entre estas se encuentran los celos y la posesión. Cerca del 12% de los usuarios han revelado que alguna vez les pidieron borrar algún contacto de sus redes sociales.

Según Pew Internet Project, 50% de las personas que no tienen Facebook viven con una persona que sí tiene, por lo que parecería que en esos casos no hay situaciones relacionadas con los celos.

La trampa no sólo es la desilusión amorosa

Las consecuencias del catfish podrían ir más allá de un corazón roto, en primera instancia, el robo de datos como las fotografías, las cuales podrían ser utilizadas para crear nuevos perfiles falsos y “enganchar” a más gente. Si se trata de fotos con contenido sexual o íntimo podrían ser utilizadas para extorsionar a al víctima o intercambiarlas en sitios pornográficos.

El 39% de la población adulta tiene entre 1  a 100 amigos, un 15% tiene más de 500 amigos, por lo que, la distribución de datos, fotografías y demás contenido parece imparable. Este escenario es más truculento si nos ponemos a pensar si esos contactos  se conocen realmente entre sí.

YouTube video

Recordemos que a las redes no sólo entran personas mayores de edad, sino adolescentes y menores de edad, los cuales, sin la atención necesaria comparten imágenes y datos tanto de su vida personal como familiar.  Desafortunadamente, pueden caer en sitios en los que se comparta contenido gráfico de violencia o ser víctimas de redes de pornografía infantil.

Como ves, existen situaciones más peligrosas que un corazón roto por ligar en internet.