La Asamblea Nacional del PRI llevada a cabo el fin de semana pasado trajo varios cambios en los estatutos del partido, el más relevante de todos es el que abre las candidaturas a ciudadanos no militantes. Dicha reforma estatutaria parece tener “nombre y apellido”, pero independientemente de eso ¿estas reformas cambian la estructura partidista o solo amplían los procedimientos y opciones de selección? es decir ¿estamos ante una nueva versión del “nuevo PRI”?
Para responder a estas preguntas primero describamos los cambios que aprobaron en la Asamblea Nacional. El más importante de estos fue, como ya dijimos, el que elimina el requisito de 10 años de militancia para ser candidato a la presidencia de la república y a cualquier gubernatura.
Es este caso, el PRI solo eliminó el candado de la militancia, conservando los demás requisitos que son: ser ciudadano mexicano con plenos derechos políticos, no haber dirigido ninguna asociación política antagónica al PRI, no tener antecedentes penales relacionados a delitos del fuero federal y tener una conducta pública adecuada (lo que sea que eso signifique). El requisito de los 10 años de militancia se eliminó también para las personas registradas en el partido, por lo que las opciones de selección se amplían mucho más.
Otro de los cambios realizados buscan eliminar los famosos “chapulines” que operan en el sistema de representación proporcional del legislativo, también conocidos como “pluris”. Estos cambios buscan que los diputados y senadores designados como plurinominales no puedan ser seleccionados en esa condición en la legislatura siguiente.
Por otro lado, la Asamblea Nacional aprobó también darle mayores atribuciones a la dirigencia nacional en temas de coaliciones electorales. Finalmente, se aprobó la creación de una Secretaría Anticorrupción en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN).
Como podemos ver, el PRI realizó bastantes cambios en sus estatutos, sin embargo, estos solo modifican procedimientos, ya que en realidad la operatividad de su estructura quedó intacta. Es decir, lo realizado en la Asamblea Nacional solo es un ajuste de tuercas rumbo al proceso electoral de 2018 y no una reforma que transforme la operatividad estructural del partido.
Una distinción entre lo manifiesto y lo latente en las funciones estructurales al interior del partido nos puede ayudar a entender los efectos y los alcances de estos cambios estatutarios. Lo manifiesto muestra un partido que en apariencia se abre a la ciudadanía y que se preocupa por el tema de la corrupción.
Sin embargo, en el fondo solo es un cambio en los medios y no en las formas, me explico, la apertura a no militantes no cambia los métodos de selección de candidatos. Es decir, la función latente al interior del partido es el famoso “dedazo”, por tanto, en un sentido práctico, esto significa que la apertura solo amplía la baraja de opciones para el encargado de seleccionar al candidato, que en este caso es el presidente de la república.
Lo mismo sucede con las designaciones de legisladores de representación proporcional, ya que el hecho de la no reelección no significa que el proceso de selección no reproduzca las añejas prácticas corporativas del partido. Asimismo, la creación de una secretaría anticorrupción no significa que “de hecho” vaya a operar de manera eficiente, dicho de otra forma, nada garantiza que su sistema anticorrupción opere de manera discrecional.
Como podemos ver, independientemente de todos estos cambios, el PRI sigue conservando su vieja estructura vertical y corporativa, es decir, no es un “nuevo PRI”. Al final, la disciplina partidista es lo que históricamente les ha funcionado para competir, veremos si en 2018 se cumple esta máxima a pesar de que el partido se encuentra sumamente desgastado ante la ciudadanía y la opinión pública. (Vía: El Financiero)