La historia de Andrés Mendoza Celis, “El caníbal de Atizapán”, es uno de los casos de violencia contra las mujeres más recientes de México, pero paradójicamente el feminicida de 73 años gozó estuvo en activo durante al menos 30 años gozando de la impunidad del país. Si no hubiera sido por el esposo de su última víctima, quizá seguiría libre haciendo mucho daño.
Andrés Filomeno Mendoza Celis nació en Oaxaca pero se asentó en la Ciudad de México en la década de los ochenta. Se dice que trabajó como carnicero en un rastro de preparación en Tlalnepantla, antes de convertirse en una especie de “activista vecinal” que, supuestamente, velaba por promover las mejoras en su barrio.
En 2015 trabajó como presidente del consejo de participación ciudadana de su colonia durante la administración de la presidenta municipal, Ana María Balderas Trejo, y ofrecía empleos y apoyos de programas sociales bajo el aspecto de un hombre “muy atento” que aparentemente estaba preocupado por las necesidades de la gente de la periferia, incluso constantemente pedía más seguridad y que hubiera más policías cuidando la zona.
“Las personas de la colonia de San Miguel lo conocían como ‘El Chino’, siempre era muy atento, más que bueno, principalmente con las mujeres”, contó uno de sus antiguos inquilinos durante el segundo episodio de la serie Caníbal, indignación total.
Es Andrés Mendoza el caníbal de Atizapán agentes de
— Raúl Gutiérrez (@RaulGtzNR) May 19, 2021
La Fiscalía del Estado lo trasladaron a sus instalaciones.
En su casa en Atizapan había cadáveres de mujeres y varios videos de sus crímenes que llevaba acabo desde hace 20 años… pic.twitter.com/ERDbTnyKhm
Pero su imagen del buen vecino cambió el sábado 15 de mayo de 2021 cuando Mendoza fue arrestado en Atizapán porque en su casa había sido encontrado el cuerpo descuartizado de Reyna González Amador, reportada como desaparecida tan solo un día antes.
Filomeno fingió ser amigo de Reyna, le ayudaba ocasionalmente en su negocio y hasta iba a sus fiestas familiares… hasta que el 14 de mayo la mujer desapareció después de que ambos fueron al centro de la ciudad a comprar material para reabastecer su local. Tras no regresar a casa, el esposo de Reyna, Bruno Ángel Portillo, un jefe de policía municipal en el Estado de México, comenzó a buscarla por cuenta propia revisando los videos de seguridad pública y rastreando su número telefónico hasta llegar al punto en el que desapareció: la casa del caníbal.

El valiente policía entró a la fuerza a la casa de Filomeno ubicada en la colonia Lomas de San Miguel y no solo descubrió lo que había sucedido con su esposa, sino todo un historial de crímenes perturbadores. Filomeno guardaba múltiples credenciales del INE de mujeres, ropa, zapatos, maquillaje, bolsos, además de casetes con las grabaciones de sus crímenes, una libreta con los nombres de sus posibles víctimas… y el cabello y los rostros desollados de algunas de ellas, incluyendo el de Reyna. “Le quité la piel del rostro porque estaba muy guapa”, dijo.
“No niego, me culpo yo también. Yo lo único que quiero es decir la verdad. Lo hecho pues ya está. Ni modo. Ahí está el esposo: él vio. Uno no sabe las consecuencias que pudo suceder”, expresó Mendoza el día de su primera audiencia.

En un principio se le imputó por ser el probable asesino de al menos 19 mujeres, pero después la cifra aumentó a 30 y se cree que incluso podrían ser el doble de ella. Sin embargo, en junio de 2021 fueron hallados 3 mil 787 restos óseos. En sus audiencias el feminicida ha revelado que destazaba a sus víctimas con odio, las filmaba y las fotografiaba hasta comérselas. Incluso llegó a decir que regalaba la carne (de las mujeres) a sus vecinos. En este punto la pregunta es: ¿cómo pudo vivir bajo tanta impunidad durante tanto tiempo?
“Mató por más de 30 años, eso nos habla de impunidad y deficiencia de autoridad total porque fueron varios gobiernos que pasaron, desaparecían las mujeres y siempre era el mismo patrón de no buscar”, Infobae México Itzel Cruz Alanís, reportera y activista de feminicidios. “Los feminicidas siguen matando porque hay total impunidad, porque saben que las autoridades no les van a hacer nada. Qué es lo que pasa, qué hay detrás de estos miles de personajes que andan libres por ahí y cuántos podrían ser, si es un problema social, de autoridades o una normalización de violencia, es lo que se busca abordar”, explicó.
El 18 de marzo de este año fue sentenciado a prisión vitalicia por uno solo de los 19 casos que le atribuyen, pero entre sus víctimas también se encuentran Flor Nínive Vizcaino, de 38 años, que trabajaba como hostess en Tlanepantla, y Rubicela Gallegos Castillo, de 32 años, era repartidora de Uber Eats en el mismo municipio.
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