Los problemas con el Tren Maya propuesto por AMLO

Uno de los proyectos insignia que López Obrador ha sostenido en este periodo de transición es el Tren Maya. No es presidente todavía, claro está, no es responsable aún del gobierno; pero eso no lo hace inmune a las críticas; sobre todo cuando no se toma la molestia de explicar bien sus proyectos. En el afán de mantenerse popular y ocupado, el presidente electo anuncia cada semana una propuesta “excitante” para el futuro de México; pero nos deja siempre con más preguntas que respuestas. No hay más que declaraciones optimistas que descartan los problemas, como si ya estuvieron resueltos.

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Ciertamente, el responsable del gobierno sigue siendo Enrique Peña Nieto, no podemos olvidarlo a pesar de que él mismo parece no tener consciencia de ello. AMLO todavía no llega, pero llegará; y necesita hacerse cargo de sus palabras desde ahora. Con sus millones de electores, tiene un cheque en blanco de esperanza puesta en él; y, hasta el momento, se lo ha gastado en promesas que no puede cumplir (porque todavía no se ha sentado en La Silla) y en proyectos opacos que levantan sospechas incluso en los que votamos por él.

El tren de los sueños no mata árboles

La idea del Tren Maya no es nueva, Peña Nieto ya la había puesto sobre la mesa; fue uno de los trenes que se le cayeron del sexenio por culpa de la Casa Blanca y la insuficiencia presupuestal. Ahora López Obrador recupera la idea y la extiende a toda la península, confiado en que la co-inversión pública y privada sorteará los problemas de corrupción y presupuesto. Así que nos propone un tren que abarca toda la península, 1,500 kilómetros que conectarán Chiapas, Quintana Roo, Yucatán, Campeche y Tabasco; con un costo de entre 6 y 8 mil millones de dólares.

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Dice que el impacto ambiental será mínimos y las comunidades no serán afectadas. ¿Cómo puede estar seguro de ello? Por el lado ambiental, el impacto es inevitablemente alto, no puede ser de otra manera si se pretende cruzar la selva y la montaña sobre rieles, así como dejar atrás ríos, lagos y barrancas. El reto es hacerlo un proyecto sustentable desde un punto de vista amplio, lo cual no significa sólo plantar árboles, sino también cuidar el equilibro de los ecosistemas, calcular las divisiones que los rieles pueden imponer a la flora y la fauna y considerar a los pueblos que serán afectados. Sustentabilidad no sólo es cuidar plantas, es considerar el sistema complejo de vida que se desarrolla en la península, y que incluye una enorme biodiversidad, pero también muy distintas culturas.

Y esto nos lleva al punto más importante: ¿qué proyectos se consultan y cuáles no?, ¿a quiénes se pregunta y cómo para garantizar que las comunidades indígenas expresen su voz en igualdad de circunstancia respecto a las grandes corporaciones? La Constitución Mexicana y el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales establecen que este tipo de proyectos tienen que ser consultados de buena fe y con información suficiente a los pueblos indígenas.

El futuro titular del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), Rogelio Jiménez Pons aseguró que el tren será sometido a consulta. Hay mucho qué decir al respecto. No es buena señal para los que no se dedican al turismo que Fonatur lleve la consulta. Además, es fundamental conocer el tipo de consulta, que no sea desinformante ni manipuladora, y a quiénes, principalmente a los pueblos de la región. No importa que yo, chilango, y mis amigos  decidamos, sino aquellos cuyas vidas serán directamente afectadas. Además de que no se trata sólo de “sí” y “no”; sino que hay que escuchar las condiciones y propuestas de campesinos e indígenas tanto como las de hoteleros y empresarios.

AMLO dice que la licitación para la inversión privada saldrá desde que tome posesión, ¿no suena eso a que la consulta está truqueada? ¿Está bien consultar el aeropuerto, pero el trato del tren ya está cerrado? Llevar a cabo un proyecto así implica sacrificios para quienes viven en la península, en términos de territorio y autonomía; ¿los beneficios para los pueblos justifican los sacrificios?, ¿o realmente a quién benefician?

Un tren para atraerlos a todos y atarlos a las tinieblas

Dicen que el Tren Maya traerá desarrollo para toda la región, ¿pero a quién incluye? Según sugirió el antropólogo maya Ezer May May, fueron los empresarios yucatecos quienes presionaron al presidente virtual para construir y extender el tren y enlazar destinos turísticos. El epicentro, por supuesto, sería Cancún, y de ahí llevarán a los turistas a toda la península para que tuvieran a su alcance toda la riqueza de la región. Ganar-ganar para todos, ¿cierto? Los hoteleros y dueños de las playas de Cancún tendrían más que ofrecer y el gobierno habrá fomentado que se generaran millones de pesos para la península.

Pero no todos ganan. No basta la afirmación optimista de López Obrador sobre que las comunidades no serán afectadas, y que habrá desarrollo económico para ellas; importa también cómo se lleva a cabo ese desarrollo y para qué sirve. Por un lado, se procura homenajear a la cultura maya construyendo un tren en su nombre, pero para lograrlo requiere absorber las culturas herederas de los maya, implica que su forma de ver el mundo desaparezca, se diluya. A esto se le llama “etnofagia”, una forma de desaparecer la diversas de identidades de los pueblos indígenas, que reconoce nominalmente “su cultura”, pero trabaja activamente para desaparecerla, para que deje de ser considerada importante, y para que quede subsumida al intercambio comercial. En este caso, en la forma de “turismo”.

Si compartiéramos el entusiasmo del próximo presidente, pensaríamos que el tren traerá prosperidad económica, muchos consumidores para lo que sea que se venda. Pero toda esta magia se volverá realidad sacrificando los derechos políticos y de autonomía de los pueblos indígenas; su derecho a decidir sobre cómo quieren vivir su vida, su destino y sus tierras. Por supuesto, desde la perspectiva presidencial, habrá muchos empleos para mucha gente, que además viven en una de las zonas más marginadas del país.

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Procuremos verlo, sin embargo, desde la perspectiva de las comunidades indígenas y campesinas; quienes pasarán de ser dueñas de sus tierras y de tener capacidad de decisión sobre lo que les ocurre, a estar subordinadas a cuidar la ruta ferroviaria. ¿Qué tipo de empleos surgirán para la gente cuyas comunidades quedarán en el camino del tren? ¿Cómo podemos imaginar que eso es un beneficio para las culturas, si para acceder a él les exigen que sacrifiquen su identidad cultural? Es decir, “llevaremos el desarrollo a tu casa, siempre y cuando abandones todas tus creencias culturales, todos tus valores y todo lo que siempre has apreciado”.

El proyecto aún no se ha iniciado, y es fundamental que lo discutamos como todas las propuestas que hasta ahora ha presentado López Obrador. No esperamos que lo resuelva todo, pero sí que escuche e integre las críticas. En este caso, es fundamental que escuche y respete la palabra de los habitantes de la península, y no únicamente de los empresarios turísticos. No hay turismo que justifique la desaparición de una cultura, ni condenar a un pueblo a no poder decidir más sobre su destino.

Por Fernando Barajas