Desde que la política es política la izquierda ha enfrentado un lastre que le ha costado más de una contienda: su falta de unión; desde los primeros congresos comunistas hasta la más reciente asamblea de estudiantes, la falta de acuerdos ha alejado a los militantes entre sí. Islas que rara vez son conscientes de ser un archipiélago entero, las facciones de izquierda suelen fijarse más en las sutiles diferencias con el amigo que en los graves desacuerdos que lo distancian del contrincante. Esta terquedad histórica que roza la categoría de ley universal se hizo presente también en las elecciones por el Estado de México donde Delfina Gómez, Juan Zepeda y el más bien gris Óscar González se esforzaron cada quien por adueñarse del voto de izquierda; cada uno se jactaba de ser mejor que el adversario cercano. ¿Alguno tenía razón? ¿Ninguno? Acaso un comparativo pueda ayudar a resolver la duda.

Óscar González llegó muy tarde y se fue muy pronto a la elección. Su candidatura tuvo el aire de comparsa de quien sabe de antemano que sus posibilidades son reducidas. Lejos de buscar engrosar su voto, apenas se limitó a cumplir con las formalidades. Es realmente arduo saber si alguien consideró darle su voto, sobre todo cuando en los dos debates hizo declaraciones estrafalarias: “la izquierda tiene vocación ecológica”, dijo en el segundo debate, como si el Mar de Aral hubiera desaparecido por evaporación espontánea. De cualquier forma, todo el mundo sabe que el PT no es primerizo en declinar de último minuto para mantener el registro.

En cambio, Juan Zepeda y Delfina Gómez mantuvieron una carrera distinta. La candidatura de Zepeda fue lo suficientemente tardía como para que quedara claro que su partido apenas estaba interesado en la elección. En cambio, Delfina Gómez fue acusada de empezar antes de tiempo. Ambos tenía historial como alcaldes de izquierda en un estado donde el PRI más que un partido se ha comportado como una costumbre. 

Sin embargo sus gestiones se ven muy distintas a lo lejos. Ambos alcaldes fueron acosados por el gobierno estatal en su momento: la inseguridad de Neza, donde dirigía Zepeda, fue señalada por el gobierno del PRI como culpa del PRD (aunque las cifras dijeran otra historia); por su parte Delfina Gómez se hizo celebre por querer llevar a su municipio el festival de metal Heaven and Hell: aunque sean señores inofensivos, tener a Kiss tocando en Texcoco le pareció insoportable a Eruviel, que hizo todo lo posible para perseguir el festival con el tufo moralino de los priistas que hicieron del rock un género proscrito en México.

Delfina se fue de Texcoco con resultados parciales y acusaciones que empezarían a crecer con el tiempo. Juan Zepeda, por su lado, hizo de Neza su carta de presentación: no hubo día en toda la elección en que no mencionara el reconocimiento que el CIDE le hizo por reducir la inseguridad en uno de los municipios con peor fama del Estado de México. (Vía: Expansión)

Su estilo de gobernanza se hizo palpable en los debates por la gubernatura. Mientras Delfina apelaba a lo cualitativo, Zepeda optaba por lo cuantitativo; una candidata prometía adjetivos, mientras el otro prometía números; una prometía honestidad y el otro controles de confianza. También en ambos casos influyeron factores ajenos a sus propuestas: en los debates, una se la pasó defendiéndose del ataque ajeno, mientras el otro se la pasó presentándose, consciente de que sólo era conocido en su casa. (Vía: Milenio)

Donde empataron desde el principio los abanderados del PRD y Morena fue en jactarse de sus orígenes humildes. Así como Zepeda repitió más de una vez haber sido migrante, Gómez defendió a capa y espada su procedencia equiparándola con la inocencia. Lo mismo sucedía a la hora de defender su currículum: mientras una se jactaba de sus dos maestrías y su filiación magisterial, el otro alegaba ser candidato a doctor. (Vía: El Universal)

Donde sus perfiles no fueron comparables fue a la hora de las multas electorales. Tanto PRD como Morena fueron multados por el INE pero la suma final que sumó Zepeda palidece ante la multa a Delfina: casi tres millones de pesos en multas para Zepeda contra casi seis millones para Delfina en el apartado de irregularidades durante precampañas. El otro punto que los distanció fue su postura ante luchas de las minorías: mientras Delfina Gómez nunca se definió convincentemente en torno al aborto y el matrimonio igualitario, Zepeda hizo propias las causas que promovió con éxito el PRD en la capital del país. (Vía: La Jornada)

El mismo grado de distanciamiento sucedió con sus escándalos: las acusaciones contra Zepeda por haber llegado con una elección amañada quedaron en chismes en comparación con las cuotas “voluntarias” que el gobierno de Delfina Gómez descontaba a los trabajadores del municipio. Aún así, los partidarios de Delfina poco se espantan ante los documentos probatorios y en cambio dan por ciertos los rumores en torno a Zepeda. (Vía: Proceso)

Ahora que algunas encuestas registran un alza considerable para Zepeda, una duda sensata de cara al 4 de junio es si habrá de convertirse en un inusitado caballo negro contra la muy atacada Delfina Gómez. La gran duda, sin embargo, rebasa a ambos candidatos y al Estado de México: ¿porqué la izquierda hace todo por dividirse?

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