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El viernes 10 de febrero se presentó la primera de cinco denuncias bajo los delitos de abuso sexual, violación calificada y corrupción de menores contra el sacerdote Jorge Raúl Villegas.

Según declaraciones de Norma Velasco, activista de los derechos humanos y quien ha acompañado a las víctimas de esta persona, una menor de 15 años fue abusada sexualmente durante tres meses. El sacerdote presuntamente aprovechó sus funciones como asesor espiritual y psicológico dentro del Colegio Atenas en Irapuato, Guanajuato, para cometer los delitos.

Jorge Raúl Villegas, sacerdote acusado de pederastia.

Un día después de su detención el 13 de febrero, la Arquidiócesis de Léon reveló que el presbítero había quedado inhabilitado desde el 2012 para ejercer cualquier función ministerial en la iglesia y negó que hubiera sido removido a Irapuato. (Vía: El Universal)

La razón por la que fue inhabilitado nos lleva al 2012, cuando Jorge Raúl Villegas reconoció la paternidad de una niña que ahora tiene 12 años. En ese mismo año fue enviado a una casa de retiro en Tlaquepaque, Jalisco, para recibir “apoyo psicológico”.

Entonces ¿cómo nos explicamos que, supuestamente sin permiso de la Arquidiócesis de León, regresara en 2016 a oficiar misa en el Templo de San Cayetano Confesor de la Diócesis de Irapuato y, peor aún, que la congregación de las hermanas de las Pobres Siervas del Sagrado Corazón de Jesús de la que forma parte el colegio, no tuviera u omitiera que el sacerdote estaba inhabilitado de sus funciones religiosas? 

En una entrevista, Alberto Althié, ex sacerdote y ahora activista contra la pederastia, resalta que “el patrón de conducta de los individuos, de las autoridades civiles y la Santa Sede, es casi homogéneo: el depredador encuentra un espacio de oportunidad en la Iglesia, para abusar, precisamente porque la Iglesia va a actuar no protegiendo a los niños y buscando contener al agresor.” Más adelante señala que la iglesia buscará “crear un espacio de protección para el agresor. Lo hace regañándolo, mandándolo a retiros espirituales, a terapia en sus centros que tiene la Iglesia.” (Vía: Sin Embargo)

Es claro que el caso de Jorge Raúl Villegas cumple con las características que menciona Althié, la iglesia ya sea por omisión o acción directa, es corresponsable de que un individuo cometiera estos abusos contra los menores del colegio. 

La víctimas son un niño de 10 años, tres niñas de 14 y 15 años respectivamente y una adolescente de 16 años. En los testimonios,  los agraviados coinciden que para cumplir sus propósitos el “padre Jorge” recurrió a la presión psicológica. Como penitencia los menores tenían que acceder a sus caprichos sexuales. (Vía: El Universal)

Paradójicamente, un artículo escrito por Raúl Villegas, quien ahora se encuentra en prisión preventiva en el cereso de Irapuato, concluye de la siguiente forma.

“El Señor vive en medio de nosotros. Por esto sigue nuestra Iglesia viva y por esto son mas los sacerdotes buenos que malos. La oración, como en los primeros discípulos, será nuestra fuerza.”

 

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