La pregunta “quién está detrás de la marcha de la Generación Z” condensa hoy en México una disputa sobre cómo se construye la verdad en el espacio público digital. No se trata solo de una movilización juvenil más, sino de un caso que exhibe el cruce entre hartazgo social real, campañas de influencia, bots, algoritmos y financiamiento opaco. En un contexto donde la inteligencia artificial puede fabricar tendencias en cuestión de horas, la marcha de la Generación Z obliga a preguntar qué es espontáneo y qué es resultado de una estrategia de propaganda computacional.

Este texto analiza el fenómeno desde tres dimensiones: el contexto y la naturaleza de la convocatoria; las evidencias de amplificación artificial y de redes de influencia; y las consecuencias de este modelo de movilización para la democracia y la confianza pública. La idea no es decidir si la marcha es “auténtica” o “falsa”, sino evidenciar que ambas dimensiones pueden coexistir y que la clave está en el régimen de visibilidad que producen las plataformas digitales.

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1. Contexto: ¿qué es la marcha de la Generación Z en México?

La llamada marcha de la Generación Z fue convocada para el 15 de noviembre en la Ciudad de México y en otras ciudades del país, como una movilización juvenil contra la violencia, la inseguridad y el rumbo del gobierno federal. Diversos reportes describen que el movimiento se presentó como apartidista y encabezado por jóvenes nacidos entre finales de los noventa y principios de los dos mil, es decir, el segmento demográfico comúnmente asociado con la generación Z. Medios como El País documentaron cómo la etiqueta “Generación Z” se convirtió en un paraguas bajo el cual se agruparon mensajes muy diversos.

En paralelo, entrevistas con participantes recogidas por la prensa internacional muestran que para muchos de ellos el motivo central era el hartazgo por la violencia y la percepción de deterioro institucional, más allá de quién hubiera lanzado primero la convocatoria. Jóvenes asistentes declararon que acudían “porque el hartazgo es real”, aun cuando no les interesaba tanto la autoría original de la movilización. Ese matiz fue recogido, por ejemplo, por crónicas periodísticas que subrayaron la combinación de malestar genuino y estructura digital sofisticada.

Dicho esto, desde los días previos a la marcha quedó claro que el fenómeno no podía entenderse exclusivamente como una protesta juvenil orgánica. La velocidad de expansión de la etiqueta, la participación de influencers sin trayectoria política previa y la masiva circulación de videos editados y contenidos producidos con inteligencia artificial encendieron las alertas sobre la posible existencia de una campaña digital coordinada y financiada.

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2. Bots, algoritmos y propaganda computacional: la dimensión digital

Para comprender el caso, conviene partir de un concepto clave en la literatura contemporánea: propaganda computacional. El término describe el uso de bots, cuentas automatizadas, algoritmos de recomendación y contenido generado o curado algorítmicamente para influir sobre la opinión pública y las dinámicas de conversación en redes sociales. Estudios recientes sobre América Latina muestran que México es un terreno fértil para estas prácticas, con episodios documentados de uso de bots para amplificar etiquetas políticas y desviar conversaciones en momentos clave.

En el caso específico de la marcha de la Generación Z, distintos análisis reseñados por medios nacionales e internacionales apuntan a una fuerte amplificación artificial en redes. Un reporte citado por medios públicos refirió que hasta 8 millones de cuentas automatizadas habrían contribuido a impulsar la conversación digital alrededor de la marcha, lo que equivaldría a casi la mitad de las interacciones registradas en ese periodo. Esa cifra fue retomada por portales como SPR Informa al hablar de una “maquinaria de bots” detrás del fenómeno.

En paralelo, el gobierno federal presentó un análisis propio donde sostuvo que la marcha estaba ligada a una campaña internacional de desinformación, cuyo costo estimado superaría los 90 millones de pesos en un mes y medio de operación. De acuerdo con la información difundida por la Presidencia y reportada por medios como El País, esa campaña incluiría la contratación de influencers, la compra de publicidad segmentada y el uso masivo de cuentas automatizadas o semiautomatizadas.

La propia presidenta Claudia Sheinbaum acusó que la movilización habría sido impulsada por “bots y multimillonarios”, e hizo referencia a la participación de empresarios y actores políticos opositores. Estas declaraciones fueron reseñadas por medios financieros como Bloomberg Línea, que subrayó la narrativa oficial de una marcha “inorgánica” y vinculada a grupos de derecha.

Sin embargo, emerge aquí un problema metodológico: varios de los análisis que estiman el número de bots dependen a su vez de herramientas basadas en inteligencia artificial para detectar automatización. Esto implica que el diagnóstico sobre la manipulación de la conversación se apoya en otro nivel de automatización que no siempre es transparente en sus criterios de clasificación. Diversos especialistas han advertido la necesidad de contar con modelos y validaciones serias, con metodologías claras para sustentar cifras tan elevadas. La discusión pública sobre la marcha ha retomado ese punto: no basta con afirmar que hay “millones de bots”; es necesario explicar cómo se llegó a esa estimación.

3. Influencers, empresarios y redes de oposición: los actores humanos

Más allá de la capa algorítmica, la discusión sobre quién está detrás de la marcha de la Generación Z también ha girado en torno a nombres concretos. El informe gubernamental y diversas notas periodísticas han señalado la participación de empresarios, figuras políticas y estrategas digitales vinculados a la oposición. Entre ellos se han mencionado perfiles empresariales y mediáticos que ya habían tenido protagonismo en otras movilizaciones opositoras o en campañas políticas recientes.

La propia presidenta ha acusado públicamente a ciertos multimillonarios de financiar la difusión digital, planteando que esos recursos deberían destinarse al pago de impuestos en lugar de campañas. Ese señalamiento, dirigido de forma explícita a un conocido empresario de telecomunicaciones, fue retomado por información de prensa donde se enfatiza la dimensión fiscal y política del conflicto.

Junto a estos actores empresariales, el dispositivo de visibilidad de la marcha descansó en una constelación de influencers y creadores de contenido que, en muchos casos, no contaban con una trayectoria previa en la política formal. Perfiles centrados en entretenimiento, estilo de vida, música o videojuegos comenzaron a compartir videos y mensajes vinculados a la marcha, presentándola como una causa generacional. De acuerdo con distintos reportes, esa apropiación de la etiqueta “Generación Z” permitió que el movimiento penetrara en audiencias que habitualmente permanecen alejadas de la conversación política tradicional.

De nuevo, lo decisivo aquí no es reducir el fenómeno a un plan maestro perfectamente coordinado, sino observar cómo se articula un ecosistema donde confluyen jóvenes con demandas reales, estrategas de comunicación digital, actores económicos con intereses definidos y políticos de oposición que buscan capitalizar el malestar. En ese ecosistema, la frontera entre movilización genuina y campaña organizada se vuelve borrosa.

4. Inteligencia artificial y “hipereficiencia” de la propaganda

La marcha de la Generación Z también ilustra el papel emergente de la inteligencia artificial en las campañas de influencia. Aunque la discusión pública suele concentrarse en los “deepfakes”, lo que se observa con más fuerza en este caso es la “hipereficiencia” que la IA introduce en la producción y distribución de contenidos. El uso de herramientas automatizadas permite crear videos personalizados, mensajes adaptados a distintos segmentos y materiales gráficos viralizables a un costo mucho menor que en campañas tradicionales.

La literatura académica sobre IA y política advierte que estas tecnologías no solo abaratan la propaganda, sino que la vuelven más rápida y más difícil de rastrear. Un trabajo reciente sobre propaganda computacional en América Latina, disponible en repositorios como Dialnet, describe cómo la IA puede emplearse tanto para promover la popularidad de candidatos como para sembrar desinformación y erosionar la confianza en instituciones electorales.

En el caso mexicano, la marcha de la Generación Z coincide con un ecosistema digital donde los algoritmos de recomendación privilegian el contenido emocional, polarizante y altamente compartible. Investigaciones sobre redes sociales y desinformación, como las que se encuentran en Scielo México, muestran que este diseño algorítmico favorece mensajes extremos por encima de contenidos analíticos o matizados. Así, campañas de influencia como la asociada al movimiento Generación Z encuentran un terreno especialmente propicio para escalar.

Todo esto se traduce en un régimen de visibilidad donde ciertos discursos logran presencia no solo por el volumen de ciudadanía movilizada, sino por la capacidad técnica para amplificar, segmentar y reiterar mensajes. La marcha de la Generación Z se vuelve, así, un caso emblemático de cómo la política se resignifica en un entorno mediado por algoritmos.

5. Entre lo genuino y lo instrumental: un movimiento híbrido

Una lectura simplista intentaría responder a la pregunta “quién está detrás de la marcha de la Generación Z” con un listado cerrado de nombres o con la afirmación de que todo está “fabricado”. Sin embargo, los datos disponibles apuntan a una realidad más compleja. Por un lado, existe una base de jóvenes para quienes la marcha representa una oportunidad de expresar hartazgo frente a la violencia y la precariedad. Por otro lado, esa energía social se inserta en un dispositivo comunicacional diseñado para maximizar impacto político.

Las crónicas de la marcha muestran que, en el terreno, participaron estudiantes, trabajadores jóvenes y sectores urbanos que se reconocen como generación Z, algunos alejados de partidos tradicionales. Esa dimensión da cuenta de un malestar que no se agota en el ciclo de la campaña digital. Al mismo tiempo, las investigaciones sobre bots, el señalamiento de financiamiento millonario y la participación activa de figuras empresariales y opositoras evidencian que la protesta también funciona como vehículo de intereses políticos y económicos más amplios.

Desde la perspectiva de la propaganda computacional, esto no es contradictorio: la manipulación digital no requiere inventar de la nada una causa; puede operar sobre demandas legítimas ya existentes, amplificándolas y orientándolas hacia objetivos estratégicos. La movilización se convierte así en un objeto híbrido: auténtico en su base social, instrumentalizado en su tratamiento comunicacional.

6. Efectos democráticos: confianza, polarización y ambigüedad

Las consecuencias de esta forma de movilización se sienten en varios niveles de la vida democrática. En primer lugar, la exposición constante a información creada o amplificada artificialmente erosiona la confianza en medios, autoridades electorales e instituciones representativas. Estudios sobre confianza en noticias en redes sociales en México, como los materiales publicados por el INE, muestran que una parte significativa de la ciudadanía ya percibe los entornos digitales como espacios donde “todo puede ser manipulado”. La marcha de la Generación Z refuerza esa sensación.

En segundo lugar, estas campañas tienden a aumentar la polarización. La propaganda digital no busca necesariamente convencer a quienes piensan distinto, sino reforzar las convicciones del grupo propio y desmoralizar a los indecisos. En el caso de la marcha, la conversación en redes se dividió rápidamente entre quienes la interpretaban como prueba del despertar cívico de la juventud y quienes la concebían como un complot financiado por la derecha. Ese efecto espejo reduce los matices y hace más difícil discutir la complejidad del fenómeno.

En tercer lugar, la mezcla de participación genuina y amplificación artificial instala una sensación de ambigüedad permanente: si tanto la protesta como la contra-protesta pueden estar impulsadas por bots, ¿cómo distinguir lo verdadero de lo manufacturado? Esa ambigüedad tiene un efecto paralizante, pues lleva a sectores de la ciudadanía a desconfiar de cualquier expresión colectiva, lo que a la larga puede debilitar la movilización social democrática.

De fondo, la marcha de la Generación Z revela que la vida política de un país no puede sostenerse indefinidamente sobre esta incertidumbre. Se requieren observatorios independientes que auditen campañas digitales, metodologías transparentes para la detección de bots y una alfabetización mediática que permita a la ciudadanía evaluar de manera más crítica las convocatorias que aparecen —y se vuelven virales— en sus pantallas.

7. Entonces, ¿quién está detrás de la marcha de la Generación Z?

A partir de la información disponible, podemos articular una respuesta matizada a la pregunta central. Detrás de la marcha de la Generación Z parecen confluir, al menos, los siguientes actores:

  • Jóvenes movilizados por demandas reales de seguridad, justicia y oportunidades, que encontraron en la etiqueta Generación Z un lenguaje común para expresar su descontento. Sus testimonios fueron documentados por medios que recogieron razones personales para marchar.
  • Influencers y creadores de contenido que tomaron la etiqueta y la convirtieron en un producto viral, mezclando crítica política con estética de cultura pop, videos cortos y mensajes emocionales. Su participación permitió que la marcha se volviera tendencia más allá del activismo tradicional.
  • Empresarios y actores de oposición que, según los informes oficiales, habrían aportado recursos financieros para impulsar la campaña digital, incluyendo publicidad dirigida y contratación de servicios de comunicación política avanzada.
  • Agencias y estrategas digitales especializados en segmentación de audiencias, manejo de bots y diseño de narrativas para redes sociales, insertos en redes más amplias de desinformación y propaganda en la región latinoamericana.
  • Plataformas y algoritmos cuyo diseño prioriza el contenido polarizante y viral, otorgando visibilidad privilegiada a mensajes simplificados, emocionalmente intensos y conflictivos, frente a análisis más complejos.

No existe, al menos hasta ahora, un mapa exhaustivo y verificable de todos los financiadores, estrategas y participantes detrás de la marcha. Pero el entrecruce de evidencias permite afirmar que no se trató únicamente de una movilización “espontánea” ni únicamente de un montaje artificial: fue el resultado de un ensamblaje entre malestar social real y tecnologías de amplificación política.

FAQ sobre la marcha de la Generación Z

¿La marcha de la Generación Z fue convocada solo por jóvenes universitarios?

No. Aunque numerosos jóvenes participaron y se apropiaron de la etiqueta, la convocatoria fue ampliada por influencers, campañas digitales y estructuras de amplificación que incluyen actores políticos y empresariales.

¿Se demostró que hubo financiamiento millonario detrás del movimiento?

El gobierno difundió un análisis que estima más de 90 millones de pesos en gasto asociado a la campaña digital ligada a la marcha. Esa cifra ha sido reportada por medios, pero no existe aún un desglose público detallado de todas las fuentes de financiamiento.

¿Todos los participantes en redes eran bots o cuentas falsas?

No. Los reportes sobre hasta 8 millones de bots se refieren a interacciones y cuentas automatizadas dentro del ecosistema digital, pero esto no implica que toda la actividad ni todas las personas que marcharon fueran automatizadas o falsas.

¿Por qué se habla de propaganda computacional en este caso?

Porque el fenómeno combina elementos característicos de la propaganda computacional: uso intensivo de bots, producción de contenido automatizado o asistido por IA, campañas segmentadas y manipulación de algoritmos de recomendación para amplificar determinados mensajes.

¿La marcha fue completamente “fabricada” desde la oposición?

No hay evidencia concluyente de que haya sido completamente fabricada. Lo que se observa es un movimiento híbrido: demandas reales de sectores juveniles que fueron aprovechadas y amplificadas por actores políticos, económicos y tecnológicos con agendas propias.

¿Qué puede hacer la ciudadanía ante este tipo de movilizaciones?

Exigir transparencia sobre metodologías de detección de bots, apoyar observatorios independientes de campañas digitales, practicar verificación básica de contenidos y reconocer que una movilización puede ser genuina en sus causas y, al mismo tiempo, objeto de ingeniería digital.


Amicus Humani Generis