La situación de violencia en el país hizo de 2017 el año más violento en la historia reciente de nuestro país y logró que cada mes superara al anterior como el que más contabilizó asesinatos, robos, secuestros y demás datos estadísticos que no pueden (ni deben) representar a las víctimas. Ante esto, la SEP decidió elaborar un manual de protocolos de seguridad, que ya existía pero que esta vez contempla entre sus factores de riesgo dos puntos que son externos a cualquier institución: “Enfrentamiento con armas de fuego en los alrededores del plantel” y “Despliegue de Fuerzas Militares o Policiacas”.
Este manual ofrece información a profesores, autoridades escolares y estudiantes para reaccionar antes las situaciones que pueden o no ocurrir en los planteles, como lesiones de un alumno, consumo de drogas, alcohol, o incluso un intento de suicidio. Sin embargo, destacan esas dos adiciones, que responden evidentemente a las condiciones actuales de violencia e inseguridad que se viven a lo largo y ancho de México. Dentro de las acciones que se recomiendan están:
“Recostarse en el piso boca abajo, lejos de puertas y ventanas, así como permanecer en silencio y apagar celulares. Evitar actos como correr, asomarse por ventanas, entrar en contacto con agresores, tomar fotografías o videos del suceso. Informar a el o la docente si él mismo o un compañero han sido heridos…” (vía: SEMS)
Todo esto, corresponde a un Estándar Mínimo de Seguridad, que considera la SEP son situaciones que “ocurren en la cotidianidad de un plantel”. De esta forma, la Secretaria de Educación Pública adjudica la responsabilidad de lo que suceda durante un enfrentamiento armado o la intervención del ejército o policía a los alumnos, profesores y autoridades educativas.
Según reporta El Financiero, el Observatorio Nacional de Seguridad, Justicia y Legalidad previó que, con las cifras actuales de violencia, 2017 terminó con una cifra récord de 27 mil 955 víctimas de homicidio, convirtiéndolo en un año fatídico para México. (Vía: El Financiero)

Ahora, los estudiantes no sólo se tiene que cuidar del posible bullying, de la mala condición de las instalaciones educativas, sino también de salvaguardar sus vidas con un protocolo, que de no seguirse, será su culpa por no seguir las órdenes del manual, cuando en realidad el problema es que lo cotidiano en una escuela, sea dentro o afuera, no debiera ser la violencia.