Ayer se presentó en la Cineteca la primera función de “La noche de Iguala”, una película escrita y dirigida por Jorge Fernández Menéndez y Raúl Quintanilla. Durante la presentación hubo una protesta en las instalaciones del cine porque el largometraje reproduce partes de la versión oficial de la PGR sobre los hechos de Iguala, que ya ha sido desmentida por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la CIDH. Los familiares y amigos de los normalistas han expresado su dolor por la falta de respeto que cometieron los cineastas al presentar la hipótesis de que uno de los normalistas pertenecía a un grupo narcotraficante.

la noche de iguala 2

De acuerdo con algunos asistentes a la protesta, el film viola el apartado de la Ley General de Víctimas que dice:

ninguna autoridad o particular podrá especular públicamente sobre la pertenencia de las víctimas al crimen organizado o su vinculación con alguna actividad delictiva

Por otro lado, los responsables del docudrama aseguran que la dramatización ocupa menos de la mitad de la proyección y que ellos, como creadores, estaban buscando crear una “verdad incómoda” que escape de algunos puntos de la versión de la PGR, así como de algunos puntos del GIEI para encontrar hipótesis de los motivos del crimen y las circunstancias que los permitieron. Ante estas declaraciones nos surge la duda: ¿una película de esta naturaleza debería basarse en suposiciones o en investigaciones serias? ¿Qué impacto tiene el cine en la percepción pública sobre el caso? ¿A quién beneficia esta proyección?

Aunque también nos cuestionamos ¿qué clase de protesta podría hacer visibles los errores de la película?

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