Por supuesto, la prisión no es un lugar al que mucha gente desee ir a parar, pero existen penales en la República que te podrían garantizar las peores experiencias carcelarias de México.

Según el Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria (DNSP) 2016 de la CNDH, en Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Hidalgo, Nayarit y Tamaulipas se hallan los peores centros penitenciarios estatales. (Vía: CNDH)

La prisión de México peor calificada en 2016 fue el Centro Regional de Reinserción Social Chilpancingo de los Bravos. Ahí, entre los problemas que uno puede hallar, de acuerdo con lo que detalla el DHSP, es la sobrepoblación, el hacinamiento, servicios pobres para mantener la salud de los reos, programas insuficientes para evitar incidentes de violencia y la falta de prevención de violación a los derechos humanos.

“Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Hidalgo, Nayarit y Tamaulipas tienen los peores centros penitenciarios estatales”.

Eso es en cuanto a los aspectos que garantizan la integridad de los internos. Sobre el rubro de “una estancia digna”, la higiene, las condiciones de los dormitorios y “deficiencias en la alimentación”.  A las comodidades que las autoridades carcelarias ofrecen, se suma la cuestión del crimen interno.

Con personal insuficiente para seguridad y custodia, en el penal de Chilpancingo se registran extorsiones, cobros, así como otras actividades ilícitas. Además, como ocurre en la mayoría de los centros penitenciarios con las peores calificaciones, se hallan los autogobiernos.

Este tipo de escenarios no son raros en los 10 peores destinos carcelarios de México. Por ejemplo en todos estos –donde también está el Cereso de Cancún y el penal de Ciudad Victoria– se registran problemas de sobrepoblación.

“La mayoría de las cárceles con las peores calificaciones tienen en común los autogobiernos”.

El caso más agudo se ve en el Centro de Rehabilitación Social Venustiano Carranza, el cual tiene una capacidad de 886 reclusos. El DHSP detalla que en 2016 la población era de 2 mil 657 reos. Esto representa 176% más del número máximo de internos que deberían habitarlo.

Otros ejemplos son los penales de Actopan y Cancún. En el primero, donde en 2016 habían 167 reos, se refleja un excedente en la población carcelaria de 108 por ciento. Cancún, por su parte, tenía una población de mil 911 habitantes, 100 por ciento superior a su límite.

Como en Chilpancingo, los otros nueve centros penitenciarios tampoco tienen las condiciones materiales e higiene de las instalaciones para alojar a los reos. Y de todos, el único en el que la CNDH no halló carencias en la alimentación fue el penal de Nayarit.

La situación de los penales en el país ha salido a colación ante las recientes riñas en entidades como Tamaulipas, Nuevo León y el Estado de México. (Vía: Reforma)

Apenas el 5 de noviembre se reportó una riña en el Centro de Ejecución de Sanciones de Ciudad Victoria, donde murió un interno y otros cuatro resultaron heridos. Anteriormente, en junio de este año, se registró otra balacera en el mismo penal. En esa ocasión murieron siete personas: tres policías y cuatro custodios. (Vía: Reforma)

¿Cómo podemos esperar que los reos se rehabiliten si viven en condiciones denigrantes e infrahumanas?

El 30 de octubre y el 3 de noviembre, en los penales Chiconautla y Neza-Bordo, respectivamente, en el Estado de México, ocurrieron riñas también. En esos casos no hubo muertos, pero sí heridos. (Vía: Reforma)

De las 11 cárceles estatales del Estado de México evaluadas por la CNDH, cuatro de estas tuvieron una calificación menor a 6. El CEPRERESO de Neza-Bordo tuvo 6.47 de calificación.

¿Cómo podemos esperar que los reos se rehabiliten si viven en condiciones denigrantes e infrahumanas? Las cárceles lejos de ayudar a reincorporar a estos individuos a la sociedad de forma saludable, profundizan su desconexión con la comunidad.

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