México

Breve historia del informe presidencial

Breve recuento de la historia de los informes presidenciales en México.

Quienes tengan más de 25 años recordarán que cada 1° de septiembre se suspendían todas las labores. Era un día ideal para pararse tarde, prender el televisor y ver todo el día las caricaturas, excepto, porque había un momento en el que aparecía un tipo con una banda tricolor pronunciando un discurso interminable que, tal vez, ni a él le interesaba. Dato tras dato, hasta casi perder la cordura. Había tipos con tan mala suerte que no podían apagar la televisión pues, al día siguiente, debían entregar un “resumen” del informe presidencial.

zedillo

A pesar de que ahora existen cientos de nuevas formas de difundir la información, esta tortura no ha terminado; sólo ha cambiado la estrategia: hoy, se aplica en pequeñas dosis. Los videos en el Youtube son interrumpidos por los anuncios del informe, en los partidos de futbol insertan “spots” de Peña Nieto; las redes sociales son invadidas por “publicidad sugerida” del Presidente; no hay medio, ni horario que se salve. Posiblemente, en un día no muy lejano, encontraremos propaganda del gobierno federal al reverso de la caja del cereal.

peña nieto

Uno se pregunta, en verdad ¿cuál es el sentido de sufrir todo esto?

Desde 1917, el artículo 69 de la Constitución obliga al Presidente de la República a presentar un informe sobre la situación del país. El 1° de septiembre, cuando inicia el primer periodo de sesiones ordinarias del Congreso de la Unión, el Presidente debe entregar un documento en el que detalle las actividades gubernamentales, es decir, los logros obtenidos por el gobierno en el último año, los gastos hechos con el presupuesto público y los planes y programas que se llevaran a cabo en el año siguiente.

“El presidente de la repúbica presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país” (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos)

Desde un punto de vista legal, no es necesario subir la tribuna, ni dar lectura al informe. Pero, contrario a lo que se pudiera creer, en la política es tan importante la ley escrita como las ceremonias. En la misma medida en que ha cambiado el sistema político mexicano, ha variado la forma de rendir el informe, por ejemplo, Porfirio Diaz, el eterno dictador, presentó 61 informes de gobierno.

don porfi

Muchos piensan que la rendición de cuentas surge con las democracias modernas, pero la rendición de cuentas es una práctica milenaria. Durante la República romana, el senado tenía la atribución de llamar al cónsul a sus sesiones para rebatir sus decisiones arbitrarias. En plena Edad Media, incluso los reyes debían presentarse ante las cortes antes de aumentar los impuestos.

En su forma moderna, el informe presidencial nace en el artículo 2 de la Constitución de las 13 colonias, lo que conocemos hoy como Estados Unidos. En él, se le exige al Presidente informar regularmente al Congreso de la Unión las medidas que llevará a cabo en su mandato y, en caso de considerarse necesario, las ponga a votación. El informe se debía rendir ante el Poder Legislativo pues ellos eran la representación directa de la nación.

bandera 13 colonias

En México, este deber jurídico se incluye por primera vez en el artículo 68 de la Constitución de 1824. En 1825, por iniciativa propia, Guadalupe Victoria –el primer Presidente de nuestra historia- cumple con este protocolo informativo durante el acto inaugural del Congreso. Jurídicamente, sólo los secretarios estaban obligados a comparecer ante las comisiones del Poder Legislativo. Por ello, los liberales hicieron explicito este mandato en la Constitución de 1857. En ese momento es cuando nace lo que hoy conocemos como el “Informe Presidencial”

En el siglo XX, la presidencia se convirtió en la institución más importante del régimen político; no nos debe de extrañar que el día del informe se convirtiera en una fiesta nacional conocida como el “Día del Presidente”. Las calles se llenaban de banderines y estandartes tricolores, las confederaciones obreras y campesinas llevaban a sus afilados a las plazas públicas a celebrar y en la tribuna del Congreso brotaban “espontáneas” alabanzas al “líder” de la nación.

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El día se dedicaba, literalmente al Presidente. Los legisladores tenían la paciencia de escuchar a Abelardo Rodríguez por casi 8 horas, tiempo que tardo en leer su “resumen” de actividades. Ninguna excentricidad era demasiado. Podían llegar en automóvil hasta la tribuna, como lo hizo Adolfo de la Huerta o proponer que el 6 de enero se convirtiera en la fiesta a Quetzalcóatl. Se debía alabar a la figura presidencia. Sin importar las críticas que recibía de los empresarios, el discurso de José López Portillo fue interrumpido más de 40 veces por las ovaciones de los legisladores.

Con la crisis del PRI, la fiesta fue perdiendo lustre. Miguel de la Madrid, fue interrumpido por diputados del Frente Democrático Nacional y del Partido Acción Nacional en repudio del “fraude electoral” de 1988, cuando se “cayó el sistema”. En 1997 el PRI pierde la mayoría en el Congreso, para evitar críticas, Zedillo evita presentarse ante la legislatura; en ese momento Porfirio Muñoz Ledo se convierte en el primer político mexicano en criticar abiertamente el informe presidencial.

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Con el PAN en el gobierno no fueron mucho mejor. Vicente Fox ha sido el presidente que más ha sido abucheado en un informe. Incluso, en la ceremonia de su último informe se tiene que conformar con entregar el documento, pues no pudo llegar a la tribuna que había sido tomada por el PRD.

La última vez que un Presidente estuvo en la tribuna fue en septiembre de 2007. Felipe Calderón intentó dar su discurso, pero los diputados de la oposición lo impidieron. Desde ese momento, el protocolo se limita a entregar un documento por escrito. En este sexenio, el secretario de gobernación, Osorio Chong, ha sido el encargado de entregar el documento.

Para fortuna de muchos, el “día del Presidente” es cosa del pasado; lo único que debemos rescatar de ello es la rendición de cuentas que, aunque de forma lastimera, acontecía en esos días.

 


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