Si bien, sólo un giro político impensable podría hacer que Benjamin Netanyahu, actual Primer Ministro de Israel, pierda las elecciones, su nerviosismo ya se ha hecho notar al tiempo que la extrema derecha le roba escaños, la izquierda sube en las encuestas y los partidos árabes se ganan la confianza de los suyos.

El premier de Israel ha concedido entrevistas sin parar, con el interés de frenar la escalada de la izquierda; esto se ha interpretado como un signo de nerviosismo aunado a la decisión de adelantar las elecciones a enero pues tal vez Netanyahu no lograría consolidarse para octubre, cuando se preveía citar a comicios originalmente.

Las encuestas publicadas hace unos días mostraban que el bloque de centro izquierda avanzaba rápidamente sobre la coalición de derecha. La derecha cuenta con los votos de las  formaciones ultraortodoxas pero es improbable que la izquierda se una a los partidos árabes. El problema para Netanyahu no es si ganará estas elecciones sino la fuerza que pueda conseguir en su coalición de gobierno. En entrevista, Netanyahu declaró este viernes que “La cuestión no es si ganaré las elecciones, si no si habrá un dirección estable frente al volante. Hay gente de aquí y de allá que dice: ‘Nosotros también queremos conducir el volante’, pero cuando hay demasiadas manos, el coche vuelca”.

El problema entonces vendrá después en el complicado proceso de formar esta coalición que ya presume ser una de las más ultraderechistas de la historia del país. Netanyahu no sólo enfrentó en estos comicios a una izquierda que sube como la espuma (que ha gobernado al país casi toda su historia) sino también a la joven extrema derecha liderada por el carismático Naftali Bennett (que públicamente ha negado que deba existir un estado palestino), que ya se ha robado los votos de los desencantados de Netanyahu. Si Bennet sube más podría robar los escaños cuya falta haría más débil a Netanyahu.

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A pesar de todo, Netanyahu representa para muchos la estabilidad asegurada por una mano firme en tiempos de convulsiones sociales.

Es particular el caso de la región llamada Um al Fahm que está habitada por árabes pero que desde hace muchos años ya no participan en los comicios electorales pues saben muy bien que, a pesar de representar un quinto de la población de Israel, los representantes árabes en el parlamento son sistemáticamente ignorados. Estos árabes que se quedaron en Israel después de la guerra de 1948 hoy suman alrededor de un millón y medio de personas.

Sin embargo, de un tiempo a la fecha, Netanyahu ha tenido que preocuparse por los árabes que habitan en Israel pues, a pesar del pesimismo electoral de este sector, las cosas han empezado a cambiar desde que los partidos islamistas del norte de Israel han hecho propaganda como lo hicieron los “Hermanos Musulmanes” en Egipto. Los islamistas, liderados por Raed Saleh, le ofrecen a esta población servicios que el estado les niega como comida a las familias necesitadas, servicio adecuado para los huérfanos, becas para estudiantes  y clínicas.

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Saleh y el movimiento de islamistas del  norte se han ido consolidando como una voz de confianza entre la población árabe. Y entre más se desacredita oficialmente a este movimiento (las autoridades de Israel amenazan permanentemente con recortar los recursos del ala islamista) más apoyo recibe de los ciudadanos.

Así, con 15% de los votantes indecisos en esta hora crucial y con un ambiente electoral sin sorpresas y lleno de desánimo, los habitantes de Israel han salido a votar para seleccionar Primer Ministro y dictar la alineación del Knesset (su parlamento).

 El parlamento y Netanyahu han omitido un situación espinosa: el primer punto en la agenda debería ser la relación con Palestina (ya van dos años sin negociaciones), el problema de las fronteras y los asentamientos pero Israel ha preferido darle importancia al problema nuclear en Irán pues desde hace tiempo ya ha presionado a Estados Unidos para que lo respalde en una intervención en el estado islamista.

Barack Obama por su parte no ha tenido la mejor relación con Netanyahu (éste último apoyó a Rommey –su amigo personal- en los comicios pasados) y Obama no ha cedido a las presiones de los representantes judíos como hicieron las pasadas administraciones. Esto definitivamente ha terminado distanciar a los líderes que tendrán que sentarse a dialogar las cuestiones palestina e iraní en un futuro cercano.

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Con información y fotos de Le Monde, The New York Times y El País

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