La historia de los conflictos por el control de Palestina (que actualmente limita con Jordania, Israel, Egipto y el Mediterráneo) se remonta a la antigüedad romana, ya que en el año 70 n.e., Roma decretó la expulsión de los judíos de esa zona. A partir del surgimiento del Islam en el siglo VII n.e., asentamientos musulmanes ocuparon territorio palestino, que después fue recuperado por cruzadas europeas. Según la tradición judía, Palestina es la Tierra Prometida por Dios a Abraham, el primer patriarca bíblico. De 1516 hasta tres siglos después, el imperio turco ejerció poder sobre el territorio. A partir de la Primera Guerra Mundial, el imperio británico lo controló y en 1917, por medio de la declaración de Balfaur, reconoció que:
El Gobierno de Su Majestad contempla con simpatía el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y empleará sus mejores esfuerzos para facilitar el cumplimiento de este objetivo, quedando claramente entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judías existentes en Palestina, o los derechos y estatus político de que gozan los judíos en cualquier otro país.
En 1947, la Comisión Especial para Palestina de la ONU reconoció las bases históricas de la conexión entre el pueblo judío y el territorio palestino. La propuesta elaborada por la Comisión recomendaba la separación de la zona en un Estado árabe y uno judío y su división en ocho partes: tres para los árabes y tres para los judíos; la séptima parte, la ciudad de Jaffa, sería un enclave árabe en territorio judío y la octava, Jerusalén, dependería administrativamente de las Naciones Unidas. La facción judía aceptó el plan con cierto recelo, pero la árabe se negó tajantemente a firmarlo, bajo el argumento de defensa de su soberanía y de rechazo a cualquier partición de sus territorios.
En 1948 el imperio británico retiró su mandato sobre Palestina. En ese momento, Israel se declaró Estado nación y reclamó las tierras designadas para él por la Comisión: 750 mil palestinos tuvieron que abandonar sus tierras. Ante esta crisis de refugiados, ese mismo año la ONU determinó que los desplazados podrían regresar a sus antiguos hogares y convivir en paz con los vecinos. Los que decidieran no hacerlo, recibirían una indemnización por daños y pérdidas. La Asamblea de Naciones Unidas también solicitó la desmilitarización de Jerusalén, protección y libre acceso a los lugares sagrados de la región.
Estados Unidos, Francia y Turquía fueron nombrados miembros de una Comisión de Conciliación para resolver las diferencias. Tras una reunión con los estados árabes de Egipto, Jordania, Líbano y Siria y otra con el Estado de Israel, se logró que ambas partes aceptaran las divisiones propuestas en la partición de las tierras para comenzar las conversaciones diplomáticas; sin embargo la solución del conflicto no llegó: la parte árabe exigía como primera condición el regreso de los refugiados a sus lugares de origen y la parte judía, el establecimiento de límites territoriales. Los puntos sin resolver continuaban siendo: el régimen internacional de Jerusalén, el problema de los refugiados árabes y la delimitación de fronteras.
En 1956 hubo una crisis por el canal de Suez que enfrentó a Egipto contra Israel. Unos años más tarde, en 1967 Israel resultó vencedor contra una coalición árabe (compuesta por Egipto, Jordania y Siria) en la Guerra de los Seis Días. El ejército israelí le quitó a Egipto el control sobre la Franja de Gaza y la península del Sinaí; a Siria, los Altos de Golán y a Jordania, la región de Cisjordania: 500 mil palestinos fueron desplazados. Un Consejo de Seguridad de la ONU intervinó y le solicitó a Israel que permitiera el libre regreso de los desplazados y que respetara los derechos humanos en las zonas de conficto armado. Egipto y Jordania aceptaron la paz, bajo la condición de que Israel se retirara de los territorios ocupados; Siria se negó a reducir la cuestión a un problema de refugiados.
En 1973 la guerra vuelve a estallar: esta vez se enfrentan Egipto e Israel por el Canal de Suez y el Sinaí e Israel y Siria por los Altos de Golán. Estados Unidos y la Unión Soviética exigieron por medio de la ONU el cese de las hostilidades. El presidente de Egipto solicitó la participación directa de estos dos países para alcanzar la paz. Así surgió la Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas. Cuando se firmaron acuerdos entre Israel y Siria, este organismo se transformó en un organismo de observación. En 1979 se firmó un tratado de paz entre Egipto e Israel.
Entre 2008 y 2009 hubo una serie de ataques contra la Franja de Gaza. Las fuerzas de defensa israelíes atacaron por aire, mar y tierra el territorio para desarticular Hamás, movimiento de resistencia islámico que busca el establecimiento de un Estado islámico en Palestina.
El 29 de noviembre de 2012, la ONU reconoció a Palestina como Estado observador, ello significó un primer paso en el reconocimiento de la soberanía de los palestinos sobre su territorio. La decisión de la ONU implicó también un avance en la formación de un Estado Palestino ya que legitimó la lucha de los palestinos contra la ocupación israelí.
El recrudecimiento de las hostilidades entre Israel y Palestina reinició en 2014 con la coalición entre Hamás y Fatah, organización político-militar que pertenece a la Organización para la Liberación de Palestina, unión que Israel consideró intolerable.
El capítulo más reciente de esta historia tuvo lugar el pasado 16 de octubre, llamado “Viernes de la Ira”. Diversas organizaciones palestinas convocaron a participar en ataques contra la población israelí. El resultado de los enfrentamientos ha sido la muerte de, por lo menos, cinco personas y centenares de heridos. La ofensa más grave perpetrada este viernes fue el incendio de la tumba del patriarca José, lugar de culto para judíos, cristianos y musulmanes, por parte de algunos palestinos. El santuario profanado se ubica en Nablús, al norte de Cisjordania. La tradición indica que allí se encuentran los restos del patriarca bíblico, por lo que el ataque no es sólo contra un lugar histórico, sino contra un símbolo religioso.
El ataque al lugar sagrado se suma a una oleada de violencia que va en ascenso. El gobernador de Jerusalén, Nir Barkat, incitó a los habitantes que tengan permiso para portar armas, a salir con ellas a las calles. El despliegue de seguridad del Estado israelí, opinan algunos, sólo genera más violencia. Sin embargo, las autoridades del país afirman que es la única medida posible ante el aumento de ataques contra su población. Por otro lado, el presidente de la Autoridad Palestina reprobó los ataques y aseguró que se trataba de una ofensa a la moral, la cultura y la religión de las personas. Él mismo ordenó una investigación profunda de los hechos y la reparación de los daños. Hasta el momento, han muerto siete israelíes y 24 palestinos en el último mes.
¿Cómo logrará resolverse este eterno conflicto? ¿Habrá oportunidades para la paz? ¿Cuáles son los intereses de las potencias que apoyan al estado israelí? ¿Qué se está negociando cuando se negocia la permanencia en un lugar sagrado? ¿En medio del conflicto entre árabes y judíos se ha formado otra especie de identidad? ¿Qué significa hoy ser palestino?