Después de Auschwitz, escribir un poema es barbárico. Ahora empiezo a entender esta famosa frase de Teodoro Adorno y no por un rigoroso trabajo intelectual, sino porque creo compartir un sentir similar. Hace tres días me pidieron preparar algo sobre el bombardeo criminal de Israel en Gaza y no había podido escribir una sola palabra. El sólo hecho de pensar qué decir lo sentía como un acto frívolo. Sentía que estaba haciendo del horror un acto intelectual. Podría presentar un breve análisis sobre las dinámicas imperiales y coloniales que explican el estallido de la violencia, pensé. Podría hacer una crítica necesaria a la forma en la que categorizamos esa violencia, pensé.
Pero, no importa qué escribiera, ustedes ya saben lo que quieren saber para tener y mantener su posición. O seguirán diciendo, “es complicado, no sé qué pensar.” Nuestras ideas pueden ser tan poderosas, tan sólidas, tan pesadas, que incluso nos protegen de sentir el horror. No son sus ideas las que quiero cambiar, la coraza a su alrededor me lo impide. Quiero que olviden sus ideas por un momento y sientan ese horror. Nada les va a pasar. No son sus casas sobre las que caen las bombas, no son sus hijos los que mueren en sus brazos, no es la cara de su madre la que ven sin vida mientras se saben huérfanos.

¿Qué es Israel? Es un Estado, dirán muchos. Para nosotros, es un algo muy lejano. ¿Qué es Israel para un palestino? Es el despojo de su tierra. Israel es Nakba. Nakba, la catástrofe, es Israel. Es la imposición británica. Es una tragedia legitimada de forma insidiosa por otra. Ahora, es de nuevo la destrucción de casas. Es el origen de los misiles que explotan ciudades. Es la muerte al rededor. Es la eliminación de un futuro. Es aquello que deshumaniza, que nombra a bárbaros, a animales.
Y muchos, lejos de ese Israel, han usado su lenguaje que los protegerse de llorar. Les permite ver a un recién nacido muerto en los brazos de su mamá y no deshacerse ante el horror. Porque claro, no son humanos. Su vestimenta lo dice. Su lengua, tan asociada con el supuesto terror, lo grita. Olvídense de ideas de religión. No piensen en preguntas sobre legitimidad nacional. Vean y escuchen lo que tienen enfrente. Ese sentimiento es verdadero.
Algunos gritarán “Hamas. Lo que hicieron fue terror. Ese nivel de inmoralidad legitima cualquier respuesta. Israel. Israel es civilizado. Su actuar no cae en el barbarismo.” Los actos más destructivos de la historia, las peores masacres, las barbaries que han creado las cicatrices permanentes en nuestra memoria los han ejecutado aquellos que se autonombran civilizados. Evitemos estos adjetivos entonces y veamos lo que escondemos detrás.

Violencia terrorista es un pleonasmo, pero es muy eficiente para desaparecer la humanidad del otro. Es tan útil, que el derecho internacional permite obviar fronteras para ejecutar venganzas. Es una ficción que se cuentan para permitir sentir odio, para escuchar cómo un niño, a miles de kilómetros de Palestina, es apuñalado veintiséis veces por ser musulmán y no sentir, para gritar Hamas y olvidar.
Lo que ahora es una masacre, mañana será una crisis de refugiados. Ya perdieron su casa, ya se despidieron de sus mamás, papás, hermanos e hijos. No tenemos la responsabilidad de esas pérdidas. Es muy poco lo que podemos hacer para evitarlas. Pero tenemos la obligación de abrirnos ante ellos. Para eso, primero tenemos que sentir, tenemos que arriesgarnos ante el dolor que causa el saber que ese horror es verdadero. Y entonces, debemos abrirles nuestra casa si la piden, darles comida si la requieren, darles cuidado si lo necesitan, darles amor.
Adorno estaba equivocado. Después de Auschwitz lo único que se puede escribir es poesía, porque cuando el análisis es frívolo el sentir es una obligación. Por eso cierro este breve texto con un poema del famoso escritor palestino Mahmoud Darwish, quien refiriéndose a Palestina desde el exilio había dicho “hace años que mi nación es sólo lenguaje”:
Homenaje a las víctimas de Gaza
Cadáveres anónimos.
Ningún olvido los reúne,
Ningún recuerdo los separa…
Olvidados en la hierba invernal
Sobre la vía pública,
Entre dos largos relatos de bravura
Y sufrimiento.
“¡Yo soy la víctima!”. “¡No, yo soy
la única víctima!”. Ellos no replicaron:
“Una víctima no mata a otra.
Y en esta historia hay un asesino
Y una víctima”. Eran niños,
Recogían la nieve de los cipreses de Cristo
Y jugaban con los ángeles porque tenían
La misma edad… huían de la escuela
Para escapar de las matemáticas
Y la antigua poesía heroica. En las barreras,
Jugaban con los soldados
Al juego inocente de la muerte.
No les decían: dejad los fusiles
Y abrid las rutas para que la mariposa encuentre
A su madre cerca de la mañana,
Para que volemos con la mariposa
Fuera de los sueños, porque los sueños son estrechos
Para nuestras puertas. Eran niños,
Jugaban e inventaban un cuento para la rosa roja
Bajo la nieve, detrás de dos largos relatos
De bravura y sufrimiento.
Luego escapaban con los ángeles pequeños
Hacia un cielo límpido.
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