Ninguna cifra es precisa aún
“Al terminar el sismo corrí a la casa de mi abuela que se encuentra a dos cuadras. La primera impresión fue ver la barda destruída. Tal vez ahora deba confesar que vivo en Asunción Ixtaltepec, a diez minutos de Juchitán.
“Corrí al cuarto de mi abuela y empecé a remover tejas para sacarla. Los techos son de tejas con trabes de madera; las paredes son de adobe. Seguía con vida pero tenía una herida en el brazo. Después escuché la voz de mi tía quien salió a pie de los escombros; todo el techo de su cuarto le cayó encima. Las subí al carro y corrimos al hospital en Juchitán.
“La atención era lenta. Los heridos, que eran muchos, algunos yacían en camillas en la calle, eran evaluados según la gravedad y trasladados a Tehuantepec o Oaxaca.
“Mi tía y mi abuela siguen hospitalizadas, no tenemos red celular ni luz ni gas ni agua; sólo la red telefónica sirve. En el pueblo hay muchos muertos, hay enterrados, hay atrapados. Ninguna cifra es precisa aún.”
Aziel, 32 años
Las luces del temblor, CDMX. pic.twitter.com/jbgxQzIuRC
— Plumas Atómicas (@plumasatomicas) September 8, 2017
“Estamos vivos gracias a toda la gente que murió en el 85.”
Tuit que una chica le leyó a otra en el metrobús
Como una balsa
“Desde diciembre no tengo una pierna. Paso casi las 24 horas del día en mi cama, frente a la tele. Vivo frente a la playa en Veracruz pero no eso impidió que cuando tembló recordara la ciudad de la que me fui, aún se llamaba DF cuando nos fuimos.
“Fui estoico sin querer. La cama se movía y yo solo podía dejarme mecer con ella, como una balsa en el mar frente al que vivo.”
Eduardo, 65 años

Creí que era mi enojo
“Venía en el metro Oceanía. Me cambié de lugar porque un tipo se sacó el pene frente a mí, luego acosó a otra mujer y le grité para que se detuviera: ‘si no te bajas, te denunciaré en la próxima estación’.
“Pensé en accionar la palanca en la estación y otro chico se puso de pie para golpearlo. En ese momento me temblaban las piernas. Me quedé trabada de la ira cuando iba saliendo del metro.
“Cuando empezó a temblar pensé que seguían temblando mis piernas, que era mi enojo, hasta que vi los árboles moviéndose y supe que ya no era yo, mientras las luces de la calle parpadeaban y los coches en el Circuito se detenían.”
Hebzoariba, 25 años
Mi cumpleaños
“Tengo amigos que aprendieron a domar el calor. Tengo amigos que aprendieron toda su infancia a aguantar el frío. Otro aprendieron a manejar los huracanes, otros a evitar animales venenosos.
“Nunca viví en provincia; mi única gracia es que sé manejar los temblores. Es lo que me enseñaron a cabalgar. Lo nuevo para mí fue que era mi cumpleaños, venía de mi propia fiesta. Nací hace 32 años exactos en 1985.“
Fernando, 32 años
Nunca llegaron los bomberos
“Los cables de electricidad se juntaban y sacaban chispas al rozarse. Cuando acabó de temblar todos empezaron a meterse a sus casas y justo cuando estaba por entrar tronó el transformador y ya fue cuando todos volvimos a salir, ahora sí cagándonos.
“El transformador empezó a incendiarse. Desde la azotea un vecino empezó a echarle arena de construcción. Todas las ventanas de esa casa se rompieron con el temblor y con la explosión de transformador. Los vecinos empezaron a echar agua y un vecino los detuvo.
“Cerca de Legaria y Felipe Carrillo viven muchos trabajadores de Telmex y dos trabajadores trajeron dos extintores de la compañía; ni siquiera los bajaron. Desde su camioneta llegaba el chorro del extintor hacia el transformador incendiado. Nunca llegó ni la policía ni los bomberos ni nadie. Todo lo hicimos nosotros solos.”
Ricardo, 34 años
En chanclas
“Soy de Coahuila; allá no te dan manuales de cómo reaccionar. No escuché la alerta sísmica; me enteré por mi roomie; bajé en chanclas desde un quinto piso sin sentir nada. Y de pronto: ¡madres!, se empezó a mover el edificio y me sentí mareado, pero me espantaron más los gritos de las vecinas y ya bajé corriendo.
“Ya en la calle el movimiento aumentó y fue cuando supe lo que se siente un terremoto, eso que todos mis amigos chilangos me habían platicado. De verdad casi me cago.”
Como la banda del Titanic
“Como venezolana nunca he estado preparada para los temblores, mucho menos para un terremoto. En Venezuela con un temblor de 3.1 se suspenden clases, la gente se trauma y es un suceso nacional del que se hablará por semanas.
“Desde que me vine a vivir a México hace 8 años me han tocado varios estando en edificios y debo decir que son de las peores experiencias de mi vida. Siempre lo he dicho: el DF es perfecto, pero la probabilidad de que la tierra se mueva y se acabe la diversión en cualquier momento es un poco molesta.
“Ayer cuando tembló estaba en un bar que queda en un primer piso, para mi sorpresa los borrachos se comportaron mejor de lo que haya visto en cualquier oficina, edificio o centro comercial, no obstante por la pequeña salida del bar me tocó chutarme el temblor completo adentro.
“La banda del bar siguió tocando, como los músicos del Titanic, mientras la gente se agolpaba en la entrada, ellos tocaban sin parar.”
https://twitter.com/moy_etito/status/906019164896165889
Todas las personas que conozco
Hace una semana me mudé de la piedra volcánica del Ajusco a la gelatina asfáltica del Centro. Vivo junto al parque donde enterraron a mi abuelo.
Por no haber crecido aquí, mi relación con la Ciudad de México siempre me parecía como si fuera un lugar prestado, recuerdos prestados, vivencias de otros: nací en una ciudad que conozco a medias, de oídas, de segunda mano. Hasta ayer.
Apenas dejó de temblar me puse a escribir. Saqué la nota del temblor desde mi celular. Dejé de escribir hasta bien entrada la madrugada, cuando la gente empezó a abandonar el sitio y se fue a dormir. Nunca me sentí tan útil en mi vida.
Me fui a dormir pensando en una frase de los Flaming Lips: Todas las personas que conozco morirán un día. Esta vez no me pareció una frase triste.