En la Ciudad de México existe un grupo de personas dedicado exclusivamente a la investigación de fenómenos paranormales. Se trata de la Agencia Mexicana de Investigación Paranormal, creada desde 1994 y que hoy en día ofrece tours por lugares emblemáticos y conocidos por la actividad ‘paranormal’ que ocurre en ellos.

Para nuestra entrevista con Antonio Zamudio, director de la agencia, nos reunimos en una clínica que ellos bautizaron como la ‘Clínica Embrujada de la Colonia Roma‘, unas horas antes de iniciar su Tour Insólito. Antonio apunta que el lugar fungió como un hospital en donde se atendía a personas enfermas de tuberculosis a principios del siglo XX y hoy se encuentra prácticamente abandonado, repleto de escombros y con las paredes tapizadas de grafiti.
“La búsqueda del Tour Insólito con los lugares más embrujados de la Ciudad de México es basada en eso”, dice. “No crean que nosotros ubicamos un lugar porque esté fúnebre, tétrico o viejo y digamos ‘Ah, aquí se puede’. Tratamos de fundamentarlo siempre, siempre hay una investigación con antelación”.

El Tour Insólito comienza en el patio de la clínica. Alrededor de 50 personas escuchamos las indicaciones de Antonio, quien pregunta si alguno de los presentes tiene problemas con las tablas Ouija e invita a fotografiar y grabar todo lo que puedan. A diferencia de otros grupos de investigación paranormal, esta agencia no cree en el uso de artefactos especiales para captar entidades sobrenaturales.
“La cámara calorífica o, por ejemplo, el detector de campos electromagnéticos, son una falacia. Todos traemos campos electromagnéticos. No vayamos tan lejos: la Tierra tiene campos electromagnéticos. Entonces es parafernalia. Siempre les digo esto: no vean tanto Ghost Adventures”.
Antonio se refiere al programa de televisión con formato de docurreality que en Latinoamérica se conoció como Buscadores de Fantasmas. En el Tour Insólito de la Agencia Mexicana de Investigación Paranormal lo único necesario para participar es un celular con cámara y suficiente carga de batería para aproximadamente dos horas de experimentación.

Entramos en grupo a la Clínica Embrujada, cuyas instalaciones están divididas en tres pisos y donde el equipo de Antonio ya colocó distintas herramientas para que los asistentes interactúen con ellas: péndulos victorianos, tablas Ouija de diferentes colores y tamaños, una televisión antigua para la captación de psicofonías, muñecas, espejos y obras de arte.
“Es muy importante para nosotros no funcionar como una casita del terror. Si la gente piensa que el Tour Insólito es como una atracción turística de esas que te espantan, o que sale gente, o que te cuentan historias… no. El Tour Insólito es racionalizar el hecho paranormal, aquí no se trata de inducirlos a nada”.
Entre tres personas colocamos los dedos sobre la planchette de la Ouija, apenas rozando la madera. Después de repetir las palabras en latín que nos dicta Antonio, hacemos la pregunta: “¿Quieres hablar con nosotros?”. La planchette se mueve lentamente hacia el ‘No’, pero insistimos hasta averiguar los datos del supuesto espíritu con el que contactamos: un niño o niña de seis años que, según sus respuestas, se encuentra en la misma habitación.

En una Ouija colocada sobre la mesa de otro espacio, iluminado solamente con veladoras, la entidad en cuestión dice ser una enfermera y señala con insistencia el número 45. Más tarde uno de los guías nos informa que no es la primera vez que alguien logra comunicarse con ella: de hecho el 45 es su edad y, además, está enterrada en el patio.
Como señala el psicólogo Israel Nettel, a quien entrevisté más tarde en su consultorio, el fenómeno paranormal tiene que ver con que es una experiencia colectiva. El Tour Insólito no sería lo mismo si se hiciera en solitario.
“El chiste de ver fantasmas es verlos para los demás y podérselos decir. O poderlas ayudar, o poderlas exorcizar”, señala. “Tiene un sentido colectivo, es social, cumple con una función grupal para enfrentarnos a aquello que ni grupalmente podemos enfrentar”.
Salimos de la clínica rumbo al Mercado Roma, donde la experiencia del Tour Insólito concluye con una cena. Los asistentes, sentados frente a un par de enormes mesas, participamos en un ritual que contrasta con la oscuridad del hospital donde hace unos minutos hablábamos con seres del más allá: conversamos, reímos y comemos tacos de cochinita pibil como para recordar que seguimos vivos.