Arturo Azuara no es pintor ni escultor. No está adscrito a la Academia de San Carlos y no aparece en la nómina de la institución de la UNAM. Sin embargo, ostenta poderes sorprendentes para alguien que no pertenece a la Facultad de Arte y Diseño (FAD). Ahora coordina a las modelos de desnudo artístico y es señalado por dos trabajadoras como responsable de abuso sexual.
Ellas no tienen prestaciones ni un salario fijo. Su pago proviene de lo que cooperan los alumnos al final de la clase. Mientras autoridades de La Esmeralda nos confirmaron que sus modelos son parte de la nómina y pertenecen al sindicato, a las modelos de San Carlos se les negó el derecho a prestaciones y figurar en la nómina pues, les dijo José De Santiago Silva (quien es coordinador de Investigación, Difusión y Catalogación de Colecciones), ‘eso arruinaría la mística‘ de su labor.
“Se les dice que son ‘musas’ pero se les niega el derecho a ser sólo trabajadoras“.
Plumas Atómicas se entrevistó con dos modelos que denuncian haber sido abusadas sexualmente por Arturo Azuara que, sin figurar en nómina, se ha aprovechado del silencio de la institución, así como del desdén de algunos alumnos y de profesores.
Teresa (de quien Plumas Atómicas se reserva revelar su verdadero nombre) es modelo de desnudo artístico desde hace más de dos años. Compagina el trabajo con sus estudios universitarios en la misma UNAM. Entró a trabajar a San Carlos hace dos años. Así conoció a Azuara quien, respaldado por el profesor Guillermo Getino, es el único que coordina a las modelos que laboran en la institución.
El trabajo de Teresa es arduo; aunque de su profesionalismo depende que los alumnos aprendan correctamente a dibujar el cuerpo humano, en la Academia de San Carlos ella y sus compañeras son tratadas más como esculturas que como personas: sin derechos laborales ni una voz que las respalde, se les dice que son ‘musas’ pero se les negó el derecho a ser sólo trabajadoras.
En el caso de Teresa, Azuara pasó de invitarla a comer a querer masajearle los pies al interior de la Academia. Luego llegaron las peticiones de fotos de sus pies por mensajes personales y las amenazas de ‘castigarla’ si no se portaba ‘bien’.

Los hechos orbitan alrededor de un taller en particular, abierto al público general, que imparte el profesor Guillermo Getino. Según relata Teresa, al interior de ese taller se bebía con frecuencia al final de las sesiones.

Tampoco era infrecuente que organizaran ‘clases externas’ en un bar de la colonia Moctezuma, llamado Capi Carmona, donde las modelos posaban desnudas para los alumnos mientras estos bebían; según nos relata Teresa, incluso llegó a haber sesiones en aquel bar donde se ‘abrían las puertas’.

Igualmente se presionaba a las modelos para que acudieran a ‘clases especiales’ en Cuernavaca donde se reunían los mismos alumnos para pintar mientras bebían.

Tanto los viajes a Morelos como las sesiones en el Capi Carmona fueron constatadas por Plumas Atómicas en un grupo de Facebook llamado ‘Getino’s Class’ donde Azuara, Getino y alumnos se ponían de acuerdo para los viajes y las sesiones extramuros. En ese grupo también se subían fotos de las modelos desnudas, posando a lado de una reproducción de la Victoria de Samotracia o en el templete del salón donde Getino imparte su taller; la actitud alrededor del taller era informal y denigraba el profesionalismo de las modelos.
Además de exigir fotos de sus pies, Azuara presionaba a Teresa para que hiciera poses explícitas durante la clase; petición a la cual Teresa se rehusó. Además, como Plumas Atómicas constató en las conversaciones de Facebook, Azuara mezclaba ‘piropos’ (como decirle a Teresa que ella era ‘la novia’ de San Carlos o asegurarle que le ‘encantaban su patas’) con amenazas: “así le voy a hablar a tu madre dónde posas, ese será tu castigo”. De ahí Azuara pasó directamente al abuso durante el trabajo, según narra Teresa:
“Él estaba cerca de mi mochila, donde estaba mi ropa interior. Cuando terminó la sesión, a la que iban sólo dos personas, se acercó cuando ya no había nadie y me dijo ‘te toca pellizco’ y me tocó [el vello púbico].
No supe qué hacer. Nunca. Llega un momento en que te preguntas ‘¿qué más me puede hacer?, ¿a dónde más va a llegar?’“.
Juana (de quien también nos reservamos su verdadera identidad) llegó desde provincia a la Ciudad de México para crecer profesionalmente. Apenas desempacó consiguió empleo en San Carlos como modelo bajo la dirección de Azuara. Según nos relata, en sus primeros meses en la CDMX, Azuara y Juana tenían una buena relación de trabajo: “Me caía muy bien y lo consideré mi amigo. Alguien con quien podía contar. Así fue el primer año”.
Sin embargo, según nos cuenta Juana, Azuara aprovechó su posición de poder: “Llegó a tomar fotos de mis pies y las ponía como su fondo de celular. No sólo de los míos y les tomaba fotos a los pies de otras modelos y me las enseñaba y me decía de quiénes eran. Todo fue muy sutil.” Ahí fue donde el comportamiento de Azuara hacia Juana pasó el límite:
“Una vez me dijo ‘vente al patio, te voy a tomar fotos’. Yo no quería y me dijo ‘ándale, es para el registro’. Entonces fui al patio y me tomó fotos y entre juegos y bromas, me pellizcó mi parte íntima. Me jaló los vellos púbicos y me hice chiquita y le dije que no lo hiciera“, relató Juana a Plumas Atómicas.
Sin embargo, según la modelo, esa no fue la última vez que Azuara abusó de ella. Dos veces más Juana fue tocada por Arturo Azuara:
“La siguiente ocasión que me jaló los vellos púbicos fue en un bar, donde yo estaba detrás de la barra, desnuda, cambiándome y lo volvió a hacer. Me saqué de onda. Hasta tiré cervezas y le dije que no lo volviera a hacer.
La tercera fue igual, en el patio, tomándome fotos y me ‘pellizcó’. Dije ‘esto no está bien’.”
El detonante que vincularía las historias de Juana y Teresa fue la queja de otra chica que denunció a Azuara por un estado de Facebook. Aunque esa denuncia fue borrada, luego de conocer ese testimonio, las modelos decidieron denunciar a Azuara ante la institución.
A partir de esa denuncia, las modelos decidieron acercarse a la administración pero la respuesta no fue satisfactoria. Según relatan ambas, José de Santiago Silva les prometió que se hablaría con Getino y que Azuara sería cesado, pero también les pidió que no “externaran el tema” fuera de la institución.
“San Carlos no siguió el Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género de la propia UNAM”.
Según el capítulo 4 del El Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género en la UNAM, de Santiago debía canalizarlas con el Departamento Jurídico de San Carlos o autoridad competente, evitar que ellas siguieran en contacto con Azuara y ofrecerles apoyo psicológico, acompañarlas a que levantaran una denuncia en Jurídico de la UNAM y, a su vez, la UNAM y San Carlos tenían que tomar medidas urgentes de protección, como los son las medidas cautelares y el alejamiento.
Paralelamente, la Ley Federal del Trabajo (capítulo 2, artículo 26) las protege de cualquier despido o escarnio, aun sin tener contrato. Además San Carlos tuvo que acompañarlas en todo el proceso de denuncia ministerial, además de la denuncia en Jurídico de la UNAM. Ninguna de estas acciones obligatorias fueron llevadas a cabo. La denuncia ante las autoridades de la Academia de San Carlos ocurrió en junio y para septiembre ellas mismas encontraron a Azuara de nuevo en las instalaciones de la escuela de artes plásticas.
Plumas Atómicas comprobó que Azuara, aunque mantiene un perfil bajo ahora, sigue coordinando; se apoya presencialmente en su asistente, quien también es modelo. Cuando acudimos a San Carlos a preguntar por él, un alumno nos aclaró que, “por culpa de los chismes”, Azuara había cedido a su asistente la coordinación pública de las modelos.
La institución no cumplió con su obligación de cesar al coordinador acusado de abuso sexual, pero la respuesta no fue muy distinta de parte de los alumnos y los profesores. Aunque las modelos fueron acompañadas por una alumna, la reacción de parte de otros alumnos ha sido el desdén hacia su situación. En el caso del profesorado, una profesora incluso se mostró “solidaria” con Juana cuando ella le contó su vivencia, pero siguió requiriendo de los servicios de Azuara.
“Sucede como en la película de Eso. Primero ves a una modelo un chingo en San Carlos, pero después ya no la ves y nadie dice nada. Creemos que sus favoritas desaparecen porque, evidentemente, las acosa“, nos explicó Teresa, en referencia a la película de terror donde los niños de un pueblo desaparecen ante el desdén de los adultos.
Plumas Atómicas llamó por teléfono a Arturo Azuara para buscar su versión de los hechos; al exponerle el tema, Azuara simplemente nos colgó. Por su parte, nos comunicamos con las autoridades de San Carlos y la Facultad de Arte y Diseño.
Concretamente, el profesor Jorge A. Arzate López, secretario particular de la dirección de la FAD, declaró para Plumas Atómicas: “No lo tenemos registrado [a Arturo Azuara], no imparte cursos y no le pagamos a ninguna persona con ese nombre”. Para la FAD oficialmente Azuara no trabaja en San Carlos.
Ante la pregunta expresa de si trabaja para la FAD un coordinador de modelos, conocido al interior de la Academia, que colabora en un taller de San Carlos y es acusado de abuso sexual, Arzate responde que no, no saben de tal puesto.
¿Cómo puede ser que alguien que coordina modelos, organiza viajes y sesiones fuera de la Academia, no tenga ninguna relación laboral con San Carlos y la FAD?
En semejante situación, qué pueden hacer las modelos a quienes la Academia les niega el derecho a ser trabajadoras formales y no se les protege cuando denuncian abuso por parte de una autoridad. ¿Cuántos casos más como el de Juana y Teresa habrá al interior de San Carlos? De momento Juana alberga un deseo específico: “Que no vuelva a suceder, que no haya más víctimas”.
Investigación firmada por:
Freddy Campos
Raúl Cruz Villanueva
Eduardo de Gortari
Hebzoariba Hernández
Pedro López Arana