La cuenca Lerma Santiago es la región hidrológica más grande del país. Toca a los estados de Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Jalisco, Estado de México, Michoacán, Nayarit, Querétaro y Zacatecas, y, según Conagua, hay más de 20 millones de habitantes en el área.
Brinda mucho, sí, pero también es la cuenca más contaminada del país.
Un reporte del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua realizado entre 2009 y 2010 reveló que el río Santiago, la segunda parte más importante de esta cuenca, tiene mil 90 compuestos distintos contaminando el agua.

Esta contaminación, dicen pobladores que viven junto al río, los está perjudicando. Según la activista Sofía Enciso, de la organización Un salto de Vida en El Salto, Jalisco, de estos químicos, 400 están presentes todo el año.

Entre estos compuestos se hallan aquellos que encontramos en nuestro hogar, como el metano, la acetona o la vitamina E. El problema es que están aquellos con los que no se recomienda interactuar, como el tolueno, arsénico, cianuro y hasta el cromo. Estos elementos, en efecto, pueden lastimar al ser humano.
¿Cómo pueden llegar tantos contaminantes al agua? ¿No hay leyes que lo regulen?
En realidad existe una sola norma para todas las industrias en el país y se llama NOM-001-SEMARNAT 1996. Pero, hay un problema: ésta regula solo nueve compuestos químicos.
“Las leyes ambientales que tenemos para controlar la contaminación son laxas, son obsoletas y no están frenando la contaminación. Están permitiendo que se siga contaminando”, nos dijo Omar Arellano, investigador de la UNAM que ha estudiado la contaminación en el río Santiago.

En 2016, Waterlat Gobacit, una organización especializada en el estudio del agua, publicó el documento Políticas de deterioración: Las dinámicas urbano-industriales del río Santiago, Jalisco, México, donde explican que las autoridades mexicanas piensan que las industrias tienen todo para poder tratar los contaminantes como los hallados en el río.
El problema es que el mismo estudio apunta que de las 260 fábricas que existen en la zona, sólo 80 de ellas cuentan con instalaciones para tratar sus descargas y “a lo sumo la mitad de éstas se encuentran en funcionamiento”.

A esto se suma el hecho que entre estos químicos están los metales pesados.
“En realidad todos los metales pesados pueden acumularse dentro de la sangre y el riñón es un órgano muy demandante de sangre. Entonces puede haber cúmulos de metales pesados que puedan causar daño dentro del riñón”, explicó el nefrólogo, Víctor Mendoza, del Hospital General de Occidente, en Guadalajara, Jalisco.
Médicos como Mendoza, investigadores como Arellano y activistas como Enciso consideran que esta exposición a contaminantes como los metales pesados en el agua del Santiago podrían llegar a provocar un problema más allá.
“No podemos decir que las enfermedades están explicadas por ese río. Hasta donde podemos decir es que la contaminación que se prevalece en el río representa un riesgo de padecer insuficiencia renal, leucemia, abortos, malformaciones, ciertos tipos de cánceres y que están exacerbados en aquellas comunidades en donde la industria está presente, en donde está más concentrada, o sea, en El Salto, en Ixtlahuacan de los Membrillos y en Ocotlán”, agregó Arellano.

El nefrólogo Víctor Mendoza comentó a Plumas Atómicas en entrevista que él, como científico, no puede confirmar la correlación entre los contaminantes y el río. Sin embargo, como residente de la región, ha observado un aumento de enfermedades renales y cánceres a raíz de esta contaminación.
Si bien no hay un estudio contundente que explique realmente la relación entre el río y las enfermedades, Mendoza sospecha que esto podría explicar por qué Jalisco es de los primeros lugares a nivel mundial en enfermedades renales.
De acuerdo con el Sistema de Información Renal de Estados Unidos, Jalisco está en tercer lugar, justo debajo de Taiwán y nuestro vecino del norte.

Si bien los gobiernos federales y el de Jalisco han expresado su preocupación e interés por resolver este problema, los residentes de municipios como El Salto esperan que finalmente alguien tome cartas en el asunto. De lo contrario, quizá sólo quede la memoria de un río donde alguna vez hubo vida.