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A 4 años de Ingrid y Manuel, ¿qué pasó con la ayuda federal para el millón de damnificados?

Ingrid y Manuel fueron una tormenta tropical y un huracán que impactaron hace más de cuatro años el estado de Guerrero; a su paso, se llevaron la vida de más...

A cuatro años de Ingrid y Manuel, la ayuda no aparece

Ingrid y Manuel fueron una tormenta tropical y un huracán que impactaron hace más de cuatro años el estado de Guerrero; a su paso, se llevaron la vida de más de cien personas y dejaron alrededor de un millón de afectados. Han pasado cuatro años y las promesas del exgobernador Ángel Aguirre y del presidente Enrique Peña Nieto se han quedado en eso: promesas.

Ahora que vemos cómo el gobierno mexicano se alista para ayudar a los Estados Unidos en su crisis tras el impacto del huracán Harvey, sería bueno hacer memoria de otras (tantas) veces en las que ese mismo gobierno no ha podido (o no ha sabido) socorrer a su propia población luego de un meteoro del nivel del que impactó la costa de Texas este fin de semana.

La noche del 13 de septiembre del 2013, la élite política y empresarial guerrerense estaba en plena fiesta, mientras que un golpe doble estaba provocando estragos en la sierra y costa del estado: Ingrid y Manuel fueron dos meteoros que casi de forma coordinada llegaron por el Pacífico y cobraron la vida de 157 guerrerenses, dejaron alrededor de un millón de afectados y las promesas de que el gobierno estatal y federal “ayudarían” a reconstruir las comunidades destruidas por aludes, inundaciones y tormentas. (Vía: Sin Embargo)

El entonces titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y actual aspirante priísta para el gobierno de Yucatán, Jorge Carlos Ramírez Marín, prometió casas, escuelas, comisarías… todo lo necesario para que las comunidades más afectadas por Ingrid y Manuel pudieran rehacer su vida.

Por ejemplo, la crecida del río Azinyahualco se llevó casi toda la comunidad del mismo nombre. Como respuesta, se planeó la construcción de un “condominio” de 94 casas: dos pisos, espacio para sala, comedor, incluso una terraza… sólo se terminaron poco más de 50 y no se han entregado más de 35. Se les había prometido que tendría, también, una escuela, comisaría y hasta biblioteca… sólo terminaron una escuela (a medias).

Los vecinos no quieren mudarse a esas casas porque ni siquiera las han terminado, ninguna tiene servicios: ni agua, ni luz eléctrica, los techos de lámina hacen que el calor dentro de ellas sea insoportable a medio día y el único sistema sanitario de todo el conjunto es una fosa séptica en los alrededores de la escuela primaria. 

El conjunto queda lejos de cualquier lugar donde los que serían los colonos trabajan y hacen su vida y las casas, si bien podrían funcionar en un centro urbano, no tienen nada que ver con la vida cotidiana de los campesinos de autoconsumo de la sierra de Guerrero, que cultivan maíz, tomate y otras hortalizas en sus patios como medio para subsistir. (Vía: El Sur)

Lo curioso es que el dinero y los contratos a través de los cuales se autorizaron estos proyectos o están desaparecidos o no justifican gastos y planeaciones... no es que le sorprenda a nadie. Muchos de los nombres que firmaron las autorizaciones finales ya no están en la palestra pública (como el entonces comisionado Nacional de Aguas, David Korenfeld, quien renunció en 2015 luego de que se hicieran públicos sus vuelos personales en helicópteros oficiales) y nunca fueron puestos bajo investigación por los millones presuntamente desviados.

Pero, eso sí, estamos más que preparados para enviar ayuda… aunque ni siquiera se nos haya pedido, aunque haya sido solamente una maniobra diplomática para poner en aprietos a un presidente que, ya por sí mismo, está en problemas.


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