En 1985, ocurrió un robo histórico: más de cien piezas de la sala maya fueron sustraídas en la noche sin que nadie se diera cuenta del Museo Nacional de Antropología. Las piezas estuvieron “perdidas” cuatro años y por cuatro años, en lugar de cerrar la sala se dejó abierta, como un recordatorio de la afrenta a la identidad nacional, al pasado y a la historia del país.

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Museo (México, 2017) es la última película de Alonso Ruizpalacios (Güeros, 2014). En ella se narra una versión de este robo y, para ello, se vale no tanto de la historia de México, sino de la del cine mexicano: a través del diseño de producción, la fotografía y el mismo ejercicio narrativo, Ruizpalacios retoma elementos del cine de ficheras, del de acción setentero y su propia producción para contarle a su audiencia una historia menor, casi una anécdota, en el México más patriotero de los ochenta.

La película no es una narración “fiel” a los hechos históricos (¿qué película o recuento ficcional es, en realidad, una narración “fiel”?), sino una versión sumamente personal de la dupla Ruizpalacios/Alcalá: no tardaron cuatro años en regresar las cientos de piezas, sino tan sólo un par de meses, al parecer, apenas lo necesario para que el protagonista, Juan Nuñez, pasara por todo un viaje de auto descubrimiento.

Gael García Bernal, como siempre, actúa magistralmente en un rol en el que no necesariamente encaja ya: nadie le cree que, a sus 40 años pueda encarnar a un bueno-para-nada de 25, pero como es García Bernal, se le perdona. Por otro lado, Bernardo Ortizgris hace una gran palanca con su personaje, Benjamin Wilson: cómplice, seguidor y patiño de Juan hasta que ya no aguanta más, que renuncia a todo en su vida por las ilusiones de su amigo.

Si bien Güeros es una película que polariza, Museo se va un poco más “a la segura”, al desarrollar un guión que no necesariamente es tan arriesgado, ni es una propuesta tan “diferente”.

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Ruizpalacios pone a dialogar una crisis de personalidad con la crisis nacional tras el sismo de 1985: mientras de fondo constantemente La noche de los Mayas, de Silvestre Revueltas, vemos a un joven sin oficio ni beneficio otorgarle un valor mágico a artefactos arqueológicos que, reconextualizados, carecen de valor.

No por nada, la crisis radica, justamente, en la imposibilidad de venderlos: la historia nacional (esa en la que el Estado Nación, de hecho, no tiene nada que ver) no puede venderse porque está “muy caliente” le dicen los traficantes.

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La encrucijada del sismo y la identidad nacional, a un año del #19S y en pleno proceso electoral (la película se grabó en 2016 y se estrenó en 2017, aunque la hayamos visto hasta este año) no es incidental: pareciera que, como la obra de Revueltas, la historia mexicana no es más que una repetición de temas con muy, pero muy pocas variaciones.

Raúl Cruz Villanueva, trabajó en el proyecto de Plumas Atómicas sin embargo recibimos información por abuso de poder en contra de unas de sus alumnas que nos obligo a actuar en congruencia. Adicional...