Un día, Virginia Woolf se sentó en el jardín de su casa en Sussex, Inglaterra, a escribir. El resultado fue la Señora Dalloway, una de las novelas más reconocidas de la escritora y que cumple 95 años de su publicación. A pesar de que ha pasado tiempo, sus temas e inspiración siguen siendo temas vigentes que afectan a nuestra sociedad. 

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Inspirada en James Joyce

Al igual que Ulises de James Joyce, la Señora Dalloway, publicada en 1925, de Virginia Woolf es una novela ambientada en un solo día en una ciudad a mediados de junio. Woolf, que estaba releyendo Ulises cuando comenzó a escribir su propio libro, eligió el 13 de junio de 1923 en Londres. Joyce había seleccionado el 16 de junio de 1904, en Dublín.

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(Imagen: Wikicommons)

La diferencia entre la obra de Woolf y Joyce es que la Señora Dalloway se centra en una mujer de edad madura de clase alta, casada con un diputado conservador. A diferencia de los personajes de Joyce, Clarissa Dalloway no está mitificada, y las etapas de su día no se comparan con una epopeya clásica.

La Señora Dalloway y el cambio social

A lo largo del siglo XIX, el Imperio Británico parecía invencible. Se expandió a muchos otros países, como India, Nigeria y Sudáfrica, convirtiéndose en el imperio más grande que el mundo haya visto. La Primera Guerra Mundial fue un violento golpe de realidad. Por primera vez en casi un siglo, los ingleses eran vulnerables en su propia tierra. Los aliados técnicamente ganaron la guerra, pero el grado de devastación que sufrió Inglaterra la convirtió en una victoria tan sólo de nombre.

En 1916, en la Batalla del Somme, Inglaterra sufrió 60 mil bajas, la mayor masacre en la historia de Inglaterra. No es sorprendente que los ciudadanos ingleses perdieran gran parte de su fe en el imperio después de la guerra. Inglaterra ya no podía afirmar ser invulnerable y todopoderosa. Los ciudadanos estaban menos inclinados a adherirse voluntariamente a las rígidas restricciones impuestas por el sistema de clases de Inglaterra, que beneficiaba solo a un pequeño margen de la sociedad pero que todas las clases habían luchado por preservar.

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(Imagen: Flickr)

En 1923, año en el que tiene lugar la Señora Dalloway, el antiguo establecimiento y sus valores opresivos están llegando a su fin. Los ciudadanos ingleses, incluidos Clarissa, Peter  Walsh y Septimus Warren Smith, a pesar de sus diferentes contextos, sienten el fracaso del imperio tan fuertemente como sus propios fracasos personales. Los ciudadanos que aún defienden la tradición inglesa, como la tía Helena y Lady Bruton, son los ancianos

Obsesión con la muerte

Clarissa está obsesionada con su mortalidad. Cada golpe del reloj la acerca cada vez más al final, y el miedo en su corazón y mente se hace más fuerte a medida que avanza el día. Suplica que cese el tiempo, que la muerte se acerque más lentamente, pero siente que cada hora se acerca más rápido que la anterior, hasta que finalmente su casa se llena de invitados y su fiesta está en pleno apogeo. Mientras que la gente entra y sale de su enfoque, Clarissa se siente desapegada, como si fuera invisible, una observadora de la vida en lugar de una participante. Estos sentimientos se intensifican cuando se encuentra con varias personas de su pasado: Sally Setton, Peter Walsh, Hugh Whitbread, cuyos rostros reflejan el paso del tiempo y los cambios que finalmente se producen.

La Señore Dalloway se enfrenta a las realidades de la vida y la muerte que había estado evitando cuidadosamente durante tanto tiempo, y de alguna manera esto la destruye. Es su acto final, su fiesta. La última expresión de un mundo pasado, la fachada a la que se había aferrado, por fin, fue arrancada. Su muerte es la muerte del victorianismo, la muerte de un mundo protegido de la vida, censurado por la sociedad. De alguna manera también, es un renacimiento para Clarissa. Esta muerte le permite ver su vida con claridad.

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(Imagen: Flickr)

Aislamiento social

Todos en la novela parecen tener dificultades para comunicar sus verdaderas intenciones, especialmente Clarissa. Por lo tanto, organiza la dichosa fiesta, en un intento de establecer algún tipo de comunicación entre los miembros de la clase alta. En la Señora Dalloway, Clarissa tiene una pequeña conversación común con las personas, que trata principalmente de flores o de los hijos de otras personas, pero sus pensamientos son mucho más profundos y nos da la impresión de que tiene la necesidad de realemente comunicarse. Tan pronto como la presente se entrelaza con su memoria, se hace evidente que Clarissa solo dejó de compartir sus pensamientos, cuando se casó con Richard Dalloway y, con él, se convirtió en una mujer de la clase alta. Peter Walsh, quien conoce a Clarissa desde hace mucho tiempo y dice que la necesidad de ser comprendida es contradictoria para los humanos, pero que no pueden abrirse por completo.

Septimus parece ser lo contrario de Clarissa. Se desliza al aislamiento, porque se niega conscientemente a comunicarse. Está en terapia psicológica para tratar su trastorno de estrés postraumático, pero no confía en los métodos del psicólogo, Sir William, ya que está pasado de moda. Entonces Septimus cree, por un lado, que el médico solamente quiere su alma y, por otro lado, que su esposa Rezia es incapaz de entenderlo y sus pensamientos, ya que ella no ha sido un soldado en la Primera Guerra Mundial.

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Finalmente, Septimus decide suicidarse para mantener su privacidad. Al mismo tiempo, su suicidio puede considerarse como un intento de comunicación, sin palabras. Cuando salta por la ventana, aterriza en una cerca, por lo que podría mostrar su intento de superar su aislamiento, pero no lo logra del todo. Clarissa no conoce a Septimus y cuando se entera de su suicidio, lo interpreta como un acto de comunicación, por lo que se gana su admiración.

Como podemos ver, la Señora Dalloway —que originalmente se iba a llamar The Hours como la película— toca temas que siguen teniendo vigencia y que nos hacen sopesar nuestro lugar en la sociedad.

Historiadora de profesión y deformación. Nerd y friki por convicción. Caminante de rpgs, navegante de mundos fantásticos y mendiga de buen fútbol.