Casi toda persona pública es susceptible de crear una pequeña industria alrededor de su figura: si le agradas a la gente y ubica tu rostro, es muy probable que termines en una playera; y es muy probable que alguien eventualmente la compre.
Eso ha ocurrido con Andrés Manuel López Obrador; sin querer ni buscarlo, se ha formado un nutrido grupo de vendedores que lo siguen en todos sus actos públicos y todos sus mítines, como si más que un político fuera una estrella de rock.
Venden playeras, plumas, libros, tazas: se trata casi de la misma clase de parafernalia que se vende a la salida de un concierto en el Foro Sol. Y AMLO es tan popular que su imagen ha sido redituable para muchas familias de comerciantes desde el 2006.
Según relató en entrevista para Milenio, Ifigenio está en el negocio desde el 2006, aunque su suegro vendía afiches del PRD desde su fundación, hace 30 años.
Desde que Cárdenas peinó la República buscando destronar al PRI en el 88, esta familia ha logrado sostenerse de las prendas con logos partidistas y rostros de políticos, un logro múltiple si se toma en cuenta que los políticos no destacan por su belleza ni sus logotipos por el buen gusto.
“¿Quién diría que el rostro de AMLO es tan redituable?”
Estos comerciantes, que en la mayoría de las veces también son simpatizantes, recorren el país siguiendo a AMLO en las buenas y en las malas, pero con una cuota extra de sacrificio: mientras el tabasqueño y su equipo pueden viajar en avión, estos comerciantes hacen sus recorridos por carretera.
Ninguno de estos sacrificios sería posible si no fuera negocio seguir a AMLO. Uno de los comerciantes confesó que además de este puesto itinerante tiene un local de tacos en Neza en el que se apoya Obrador no tiene eventos, pero admite que eso casi no sucede. Se saben los discursos, saben las fechas, las propuestas, los programas. Mas que simples vendedores, son sus simpatizantes número uno.

