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Estados Unidos había sido de los países más renuentes para firmar acuerdos internacionales que lo comprometan tanto a bajar sus emisiones de dióxido de carbono, como a hacer una transición energética de los combustibles fósiles hacia las llamadas energías limpias. Estos acuerdos aceleraron la desindustrialización que venía dándose desde los años 80 en el llamado “Rus Belt” (cinturón del óxido), el cual comprende la parte noreste del territorio norteamericano, sobre todo por los procesos de globalización que buscaban mercados mucho más rentables en materias primas y mano de obra.

Estos factores de transformación económica y energética han tenido consecuencias graves para la economía de la región, la cual se ha visto afectada por el desempleo, la inseguridad, la falta de infraestructura y el poco gasto público lo que ha producido un fuerte rezago en términos de desarrollo. Son regiones de una vieja gloria de prosperidad que ha quedado atrás por los procesos de globalización. Las fábricas se mudaron a otros países y con ellas se llevaron los empleos. Dicha situación ha producido un fuerte descontento con el sistema imperante por parte de la población.

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Durante su campaña, Trump supo aprovechar dicho descontento, y entre sus propuestas de campaña prometió regresar la actividad industrial a esas zonas activando la economía en los sectores que históricamente eran relevantes para la región. Esto quiere decir que implementará una política económica que favorecerá al sector secundario o de transformación, específicamente para la región se impulsará de nuevo la industria minera y de producción de acero, las cuales son altamente contaminantes.

Por otra parte Trump prometió reactivar la industria energética no renovable -igualmente contaminante. Esto significa que dará impulso a la extracción de petróleo, lo que al mismo tiempo favorecería a la industria petroquímica. Asimismo señaló que se revivirá a la industria farmacéutica estadounidense, la cual se debilitó frente a consorcios europeos, principalmente suizos.

Estas políticas económicas romperían los tratados internacionales firmados por Estados Unidos que lo comprometen a reducir las emisiones de contaminantes y a hacer una transición energética hacia las llamadas “energías limpias”. Dicha política energética ha sido altamente criticada por la comunidad científica y por activistas ecologistas ya que perjudicaría directamente al medio ambiente, específicamente contribuiría a la aceleración del calentamiento global, hecho que el presidente electo ha negado en reiteradas ocaciones, mostrando su irresponsabilidad e ignorancia.

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No obstante, con el triunfo de Trump, se han fortalecido en el sector financiero las industrias relacionadas al sector minero, energético y farmacéutico, como ejemplo podemos observar la rápida estabilización y el alza del Dow Jones, indicador que mide las fluctuaciones del sector secundario. Si observamos el comportamiento de los mercados, con la victoria de Donald Trump podemos anticipar una bonanza y un resurgimiento de industrias debilitadas por el sistema global y por la transición energética, que si bien podrían resolver problemas inmediatos, a largo plazo resultarán perjudiciales no solo para los norteamericanos, sino para el mundo entero. Ahí otro peligro de la demagogia y el populismo.

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