El día de ayer, 19 de mayo, la revista Proceso, dio a conocer en su página web, una carta supuestamente escrita por soldados de Tamaulipas, en la que piden regresar a sus cuarteles, ya que, entre otras cosas, están “cansados de esta narco-guerra en la que capturan a criminales, pero en poco tiempo salen libres, porque las demás autoridades no hacen su trabajo”.

La carta abre con un párrafo en el que se menciona que en días recientes las Fuerzas Armadas se han visto involucradas en un escándalo en el tema de Derechos Humanos.

El escándalo al que se refiere el texto sucedió el 3 de mayo en Palmarito, Puebla, en donde un video muestra el momento en el que un militar dispara en la cabeza a una persona ya sometida. En otra grabación de la misma noche (pero minutos antes según el reloj de la cámara) se observa que otra persona dispara por a la espalda a un militar.

El video de ambos sucesos se difundió la mañana del 10 de mayo, y pronto comenzó la discusión en medios de comunicación y redes sociales; los comentarios estaban divididos entre los que condenaban la presunta ejecución extrajudicial y los que celebraban la muerte de un presunto criminal.

El escrito pasa de expresar el dolor de haber perdido a un compañero a una recriminación directa a organizaciones de derechos humanos:

somos nosotros los que luchamos, no tú defensor de derechos humanos, no tú miembro de alguna ONG que nos acusa de lo peor, no tú que te quejas de nuestro trabajo en la comodidad del hogar”

soldados PF

Es necesario hacer un alto para reflexionar esta comparación entre la labor que realiza el ejército y el trabajo de los defensores de derechos humanos, que también son asesinados y no sólo trabajan desde la “comodidad” del hogar: las madres y familiares buscan en fosas clandestinas a sus desaparecidos; los campesinos levantan barricadas en contra de talamontes y funcionarios corruptos, y comunidades indígenas defienden sus tierras de mineras transnacionales.

Las Fuerzas Armadas de México, en las que está inscrito el Ejército Mexicano, tienen como objetivo  brindar seguridad y resguardar la soberanía de la nación, aunque ese objetivo sea a costa de una guerra; mientras que los defensores buscan justicia y dignificar la vida para quienes les han sido violados sus derechos humanos, ya sea por parte del Estado o del crimen organizado.

Más adelante, el texto menciona que la violación de derechos humanos por parte de militares es un tema muy conocido y no se debe de ocultar, para pasar a un tono casi de burla:

Hemos tomado medidas drásticas para combatir al mal, pero si tanto les hiere que violemos los derechos humanos del sicario ‘inocente’, entonces hagan la chamba ustedes. Regresemos a los cuarteles, para que tengan la confianza de que nadie le tocará un pelo al sicario; si mucho aman a sus criminales, quédense con ellos y no vengan de rodillas a pedir que se haga algo.”

soldados opio

En un extraordinario trabajo de investigación realizado por Periodistas de a pie, titulado “Cadena de Mando“, se hizo una serie de entrevistas y una investigación profunda sobre la rutina del soldado raso. Las preguntas eje fueron: ¿por qué asesina un soldado?, y ¿en qué condiciones sale a las calles a combatir criminales?

Desde el 2006 al 2014 han habido 3 mil 520 “enfrentamientos” entre soldados y civiles, en los que han muerto 19 civiles por cada soldado. Es negligente citar los números cuando el trabajo de los Periodista de a Pie intenta contar las historias detrás de los números y sobre todo a de 6  soldados que participaron en enfrentamientos con víctimas civiles, sin embargo, como lo han demostrado grupos de expertos como el Programa de Política de Drogas del Centro de Investigación y Docencia Economías (CIDE), algo muy grave ocurre cuando hay una disparidad tan grande.

YouTube video

A grandes rasgos, el interés de “Cadena de Mando” está puesto en saber qué medidas, desde la obediencia, el miedo y la corrupción dentro de las Fuerzas Armadas, dirigen las acciones de los militares: ¿qué lleva a los soldados a cometer una ejecución extrajudicial? El soldado ve al presunto criminal como un Homo Sacer (este ente que describe Agamben como una vida despojada de todo significado, una nuda vida que está condenada a ser asesinada y su suerte depende de la voluntad del soberano).

Hacia la parte final de la carta, una especie de advertencia o sentencia es lanzada a la sociedad:

Queremos ver cuánto tiempo dura el país sin un soldado partiéndose la madre en la sierra y conteniendo este mal”.

El narcotráfico, el incremento de la violencia, la tortura, las quejas de civiles que han sido ultrajados por miembros del Ejército, militares y familias de militares amedrentadas o violentadas, soldados, defensores, periodistas asesinados, no son “males” que puedan contenerse porque no se trata de una “epidemia”, ni de una lucha entre buenos y malos, es, desde la llamada “Guerra contra el narco” (y mucho antes), el resultado de la corrupción, la colusión y la impunidad, desde los más altos mandos hasta los niveles en los que, a veces, sólo queda obedecer para seguir viviendo.

Heb Hernández

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