Muchas organización mundiales se han pronunciado contra las terapias de reconversión sexuales, denominándolas como tortura por la forma en que intentan cambiar la orientación sexual de la gente. Sin embargo, en muchos lugares siguen operando, como en el Centro Educativo Juez Rotenberg, donde utilizan terapias de electroshock para este fin.

En este centro, los que se encuentran inscritos son forzados a participar en “terapias de aversión”, que buscan modificar conductas no deseadas por los padres en sus hijos... que en muchos casos se trata de su orientación sexual.

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Esta institución sigue un modelo que se ha utilizado desde hace 30 años, que incluso la FDA (máxima autoridad estadounidense en temas sanitarios) ha condenado, por tratare de un procedimiento que violenta los derechos humanos y por no tener pruebas de curar conductas, por lo que su uso es falaz.

A pesar de estar contraindicada, ser considerada tortura, tener rechazo por parte de la ONU, la OMS y cientos de organizaciones de Derechos Humanos, los padres de los alumnos celebraron que se use y que, además, fuera ratificada por una jueza.

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Para estos, se trata de una vía para la salud de sus hijos y, aseguran, harán todo por ellos, así eso incluya torturarlos y provocarles traumas de por vida por la forma en que esta terapia actúa sobre quienes se les practica.

Los padres han respondido a las autoridades, señalando que actúan de “mala fe” al retirar y condenar estas terapias. Aseguran que ningún activista, organización o instituto les ha ofrecido una “mejor opción” para curar a sus hijos.

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Bastaría recordarles que, en muchos casos, lo que intenta resolver esta terapia no son enfermedades. Así mismo, que las secuelas que provoca este procedimiento son graves, y van desde las quemaduras por la intensidad del choque eléctrico, hasta estrés post traumático por la asociación de experiencias con la terapia.

Aunque fue ratificada por una jueza, otras organizaciones y el Departamento de Salud de Massachusetts intentan revocar esta determinación, pues de manera internacional se ha demostrado que este tipo de terapias están en contra de los lineamientos base de los derechos humanos, además de ser usados con fines considerados, en sí mismos, tortura.

Con información de El País

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