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“Todo individuo se enajena, con todos sus derechos, a favor de la comunidad; porque, dándose cada uno por entero, la condición es la misma para todos los contratantes, y dándose a la comunidad, la comunidad por acto recíproco del contrato, se da a cada uno de los individuos. Cada uno se entrega a nadie en particular, y en este cambio se gana el equivalente de todo lo que se pierde, y una fuerza mayor para conservar lo que se tiene.”

Jean Jacques Rousseau, El Contrato Social.

El sistema electoral estadounidense es altamente complejo en términos organizacionales, recordemos que no hablamos del llamado voto popular, en cual se eligen directamente gobernantes y estos ganan una elección a partir de una mayoría expresada en la suma total de los votos emitidos; sino que está organizado en un sistema de votación indirecto en donde el pueblo elige representantes que posteriormente votarán en un colegio electoral.

En otras palabras, la gente emite su voto por alguno de los dos candidatos, luego se suman los votos y se ve quién se lleva la mayoría. Luego cada estado junta sus puntos y se los da todos al ganador de la mayoría de votos en ese estado.

Cada estado tiene diferente número de puntos a dar, dependiendo del número de personas que viven ahí.

Entonces, 538 personas (los electores, que son senadores y representantes) van en diciembre a dar sus puntos. Estas personas fueron divididas, digamos, en equipos. Cuando votabas por Trump, votabas por el equipo de Trump que iba al colegio electoral, así que los seleccionados por Hilary para el colegio electoral en ese estado, quedan fuera de la jugada.

Sí, es el colegio electoral y sus 538 votos quienes deciden quién es el próximo presidente, Trump debería recibir 277 y Hillary 261.

Este sistema está contemplado para nivelar la opinión de las mayorías, con la opinión de ciudadanos calificados (el colegio electoral). Así, no son las mayorías directamente quienes eligen al presidente, sino un balance de estas y  el voto de ciertos ciudadanos calificados.

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En ese sentido, las elecciones no terminaron el pasado 8 de noviembre, sino que hay que poner atención a la actuación del Colegio Electoral que se llevará a cabo el próximo diciembre, ahí los representantes volverán a votar para ratificar la elección presidencial.

¿Por qué las personas del colegio Electoral votan hasta diciembre?

La respuesta tiene que ver con aspectos meramente tradicionales, ya que antaño, las vías de comunicación poco desarrolladas dificultaban los traslados, tanto de la totalidad de los votos, como de los propios representantes a la capital estadounidense.

Esto quiere decir, que hasta el momento el triunfo de Donald Trump es meramente virtual debido a que el voto importante es el que se dará en diciembre en el colegio.

¿Pueden los ciudadanos del Colegio Electoral cambiar su voto y hacer que gane Hillary?

Los representantes no tienen ninguna obligación legal para emitir un sufragio por el candidato por el que fueron elegidos a hacerlo, es decir, so pena de recibir (algunos) una multa, los representantes podrían votar a favor de otro candidato y así cambiar la balanza hacia Clinton, o en el peor de los casos, reforzar la victoria obtenida por Trump.

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Dentro del contexto de estas elecciones presidenciales ha surgido una controversia respecto a la legitimidad de Donald Trump, pero dicha controversia no está dada en términos de las estructuras procedimentales del sistema electoral en donde, según las reglas del juego preestablecidas, obtuvo una contundente victoria, sino en términos de que Hillary Clinton obtuvo una mayoría en el voto popular, lo cual quiere decir que la mayoría de los votantes en bruto prefiere a Clinton como presidenta.

¿Por qué entonces se ha implementado este sistema por más de 200 años?

Los miembros del Colegio Electoral han votado durante dos siglos por aquello que escogieron las mayorías en cada estado, y es natural no solo porque esa es su tarea sino porque además, son seleccionados específicamente por cada partido para hacerlo, es como si al votar por el candidato del PRI escogieras a miembros de PRI también en el Colegio Electoral. Lo natural es que esos miembros del PRI, voten por el PRI y no de otra forma.

En la teoría, el colegio electoral llevará a cabo su tarea más importante el día que la población elija a un gobernante que no corresponda con el espíritu de la constitución, es por eso que la ley no los obliga a votar por su partido, por si, algún día, deben votar diferente a lo que las mayorías eligieron pues no corresponde con el espíritu de la constitución, es decir,  pueden intervenir directamente si el sistema político y democrático se encuentra en riesgo.

Estas votaciones cuestionan la legitimidad del actual sistema electoral respecto a si, en efecto, tal sistema logra su objetivo que es materializar la voluntad popular.

Donald Trump representa ese riesgo desestabilizador del sistema, es la antítesis de los valores fundacionales del país, el cual fue configurado bajo las bases del liberalismo moderno que pregonaban los valores y los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad que dieron origen al mito, ahora enaltecido y totalmente cuestionable, de que Estados Unidos es la “tierra de la libertad”, un lugar seguro para todo tipo de expresiones políticas, religiosas y étnicas.

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Pensando en el riesgo que representa para la democracia más antigua del mundo un personaje autoritario como Donald Trump, podríamos pensar que los representantes del Colegio Electoral podrían considerar cambiar su voto.

Los riesgos y las consecuencias políticas de una decisión así son sumamente altas, ya que no solo se podría visualizar como un atentado a la democracia, sino que intensificaría la ya polarizada sociedad norteamericana, altamente desgastada por el contexto político actual, pero, dichas problemáticas serían mucho más manejables que una crisis sistémica del sistema político, que haría colapsar en cadena a los sistemas económicos y sociales de manera mucho más profunda.

Todas estas problemáticas y contradicciones nos hacen por un lado visualizar los problemas que arroja la democracia, pensemos, en el caso de Estados Unidos hay una tensión entre las “reglas del juego” preestablecidas y fuertemente estructuradas frente a la exigencia del respeto de la voluntad popular de las mayorías expresadas en el voto directo. Por otro lado, surgen preguntas del tipo: ¿La democracia norteamericana es la  más fiable y funcional del mundo? o bien ¿Hasta qué punto la democracia estadounidense refleja y expresa la voluntad de las mayorías?

Véase: (Change.org) (The New York Times)

 

 

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