A la fecha, las cárceles alrededor del mundo tienen una población de 10 millones; nunca en la historia se ha visto tanta gente en las prisiones. Hacinamiento, crimen, condiciones inhumanas… Estos lugares son considerados el infierno en tierra en muchos puntos alrededor del planeta. Sin embargo, la cárcel como la conocemos hoy, realmente tiene poco tiempo de existir.

El nacimiento de la cárcel moderna

El origen de la cárcel como la conocemos hoy se remonta a los tiempos de la Ilustración, en el siglo XVIII. En ese entonces, no era común que la gente estuviera durante periodos prolongados en las prisiones. Esto era porque la gente solo era recluida para esperar su sentencia.

En general, los delincuentes recibían castigos corporales y ejemplares. Estas penas eran conocidas como suplicios. Estos básicamente consistían en tortura y humillación y, en ocasiones, ejecución. Todo podía ser aplicado en espacios públicos.

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Solo los “delitos menores”, como mendigar o deber dinero, llevaban a tiempo en prisión.

El problema con este tipo de penas, herencia de la Edad Media, es que terminaban causando lo contrario a lo que las autoridades esperaban, explica Michel Foucault en Vigilar y Castigar. En lugar de disuadir a los criminales, la población sentía empatía por ellos.

Cuando llega la Ilustración, las cosas comienzan a cambiar y, con el tiempo, las prisiones comenzarían a ver reformas en su manera de operar.

Estos primeros cambios nacen principalmente en Gran Bretaña y Estados Unidos, cuando una nueva corriente de pensadores arrojó luz sobre la corrupción y las deplorables condiciones en los sistemas penitenciarios.

Nuevos Sistemas

Ante las problemáticas en las cárceles pre modernas, distintas figuras comenzaron a sobresalir por nuevas maneras de aplicar la justicia. Con esto, el siglo XIX se convirtió en un tiempo de experimentación en los sistemas penitenciarios.

Primero estuvo el sistema de Pensilvania, en Estados Unidos. Este básicamente consistía en encerrar a los convictos y aislarlos totalmente. Bajo este sistema, los prisioneros solo veían a los oficiales a cargo de su cuidado. Este sistema fue exportado a todo Estados Unidos y Europa, pero resultó poco viable debido al confinamiento excesivo e individualizado.

Ante el debilitamiento del sistema de Pensilvania, emerge el sistema Auburn, en la prisión homónima en Nueva York. Este retomaba el aislamiento, pero destacó porque se centraba en el silencio. Los reos de Auburn no podían hablar en ningún momento de su reclusión.

Estos dos sistemas eran parte de las experimentaciones no solo para castigar, también para reformar a los delincuentes. Sin embargo, partían de la idea que la criminalidad se propagaba a partir de la interacción entre los distintos reclusos en una cárcel.

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Del otro lado del mundo, en Australia, nace un método que cambió totalmente su aproximación a las cárceles. el reformista Alexander Maconochie creó el sistema de marcas. Este planteaba que la rehabilitación de un criminal se podía lograr a partir del trabajo y el estudio. Básicamente consistía en que no se dieran sentencias fijas, sino que los convictos podían trabajar y estudiar y, en consecuencia, ganar marcas (o créditos). Suficientes marcas los llevarían a su libertad.

Maconochie nunca logró poner en práctica este sistema de manera exitosa. Sin embargo, su trabajo asentó las bases para considerar las cárceles como un medio de rehabilitación, en lugar de pensarlo como un medio exclusivamente para castigo.

Realmente hubo más sistemas, como el de Elmira, que comienza con la clasificación de criminales, o el sistema Irlandés, el cual se inspira en el de Maconochie, y crea los antecedentes para la libertad condicional.

Lo que nace con todos estos experimentos es la cárcel moderna, la cual se concibe con la idea de ser un espacio para reformar a los criminales y reinsertarlos en la sociedad como ciudadanos productivos.

La cárcel moderna el día de hoy

Si bien la cárcel que conocemos en nuestros tiempos nace de impulsos humanistas y de producción, durante el siglo XX se fue deteriorando: la población creció hasta puntos problemáticos, se descuidó la reinserción y los derechos humanos, en consecuencia, comenzaron a pasar por alto en los sistemas penitenciarios.

El profesor de Derecho del King’s College, en Londres, Andrew G. Coyle, explica que son cuatro los puntos para definir el propósito de la cárcel y la pena de la reclusión.

  1. Disuadir al convicto de volver a delinquir.
  2. Disuadir al ciudadano de cometer un delito.
  3. Fomentar la rehabilitación a través de la educación, la capacitación y el apoyo personal.
  4. Separar a los criminales de la sociedad.

Sin embargo, cumplir con todas estas metas no ha sido posible en todos los países. Uno de los factores de esto es la sobrepoblación.

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De acuerdo con Penal Reform International, una ONG internacional que lucha por los derechos humanos de los reos alrededor del mundo, al menos 124 países enfrentan actualmente problemas con la sobrepoblación de sus sistemas penitenciarios. Esto va de la mano con otros problemas, pues se hace más difícil el acceso a alimentos y medicamentos, por ejemplo, y lleva a la vulneración de los derechos humanos de los reclusos.

De acuerdo con Coyle, la sobrepoblación se observa desde mediados del siglo XX y se dispara tras la declaración y exportación de la guerra contra las drogas en Estados Unidos en los 70. Pero también es un problema que surge de una población más preocupada por el crimen y un aumento de condenas en muchos países.

El problema de las cárceles fue y sigue siendo un asunto que tanto ONGs como gobiernos tratan de resolver. Esto, con el propósito de encontrar un balance entre las penas, la reinserción y la reparación de daños.