Avengers: Endgame es, al mismo tiempo, una película más de superhéroes y un fenómeno cultural del que todavía no entendemos las ramificaciones y efectos que pueda tener. Una de las razones de su impronta, quizá, sea la forma convencional y poco ortodoxa al mismo tiempo como trata temas “vedados” de la épica fílmica.

Antes de seguir con esto, debo advertirte lector, que lo que leerás estará repleto de spoilers, así que si no has visto la película, ve a tu cine cercano y nos vemos dentro de cuatro horas y media.

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Ahora sí. Avengers.

Luego de 21 películas, casi tres mil minutos y las historias y relaciones interpersonales de al menos 19 personajes, lo que ha hecho que millones de personas se relacionen con los personajes, además de un reformado y (todavía poco analizado) sentido de lo épico, es la formación afectiva y el desarrollo emocional que por más de diez años hemos hecho a la par de ellos.

Si bien cada película parece la misma: una historia de orígenes o un eterno “segundo acto” dentro de una narrativa más amplia, las formas como cada personaje ha evolucionado, los arcos narrativos y limitaciones que han enfrentado han permitido que, al mismo tiempo, niños rata, clavados de los cómics y feministas encuentren sus personajes favoritos.

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Luego del rotundo fracaso en las primeras dos escenas de la película, cada vengador tiene que encontrar la forma de salir de sus propios duelos: la entrega laboral de Natasha Romanoff, los grupos de ayuda de Steve Rogers y las ejecuciones masivas de Clint Barton, pero también el alcoholismo y total derrota de Thor son diferentes formas como todos, como seres humanos (no superhéroes) procesamos nuestros fracasos y nuestras penas y depresión.

En eso, en retratar a los héroes no como arquetipos de nuestras fantasías, sino como reflejos de nuestros quiebres, es en lo que triunfa la última entrega de Marvel.

Capitán América llorando, en Avengers: Endgame
Capitán América llorando, en Avengers: Endgame (Imagen: Marvel)

Sí, todo funcional bien al final, aunque hubo vidas que no pudieron regresar, aunque Black Widow se sacrificó y Iron Man también dio su vida para salvar la Tierra. La película, finalmente, tenía que cumplir los estándares sobre los que construyó su imperio: no es ni una serie de HBO ni una tragedia griega.

Éstos no son héroes trágicos que intentan “enseñarnos algo” de nosotros: son un reflejo, específicamente en estos momentos, en los que los esfuerzos individuales, aún los superheróicos, se sienten inútiles y superfluos frente a las amenazas globales que enfrentamos.

 

Ver la muerte o el quiebre de nuestros héroes, como Superman y Batman en los 90, como los Avengers ahora, nos puede servir, quizá, para entender nuestros propios duelos, nuestros propios procesos, como escriben Dani Fernandez y Alissa Wilkinson.

Como hiciera el anime en los 80, en la película abundan momentos de pausas, aspectos de los héroes afectados por el peso de su derrota o procesando todas las pérdidas. En ese mismo sentido, Hulk/Banner sirve como una especie de terapeuta con sus compañeros, reconoce la depresión de Thor, aligera la carga de Romanoff…

¿Hay escenas que se sintieron forzadas, personajes que apenas aparecieron o una “falta de balance” entre qué noquea a las heroínas y qué a los héroes? ¿La película tiene que responder a una ideología o unas demandas políticas específicas? No (finalmente es un filme de género y a uno anclado a la peculiar narrativa Marvel/Disney), a lo mucho, como ha demostrado una y otra vez Slavoj Žižek, nos servirán en años venideros para hacer explícita la ideología de nuestra época.

Es en la derrota que nos conocemos, es en a través de nuestros fracasos que nos entendemos.

Raúl Cruz Villanueva, trabajó en el proyecto de Plumas Atómicas sin embargo recibimos información por abuso de poder en contra de unas de sus alumnas que nos obligo a actuar en congruencia. Adicional...