Pablo Simonetti ha protagonizado varios de los cambios culturales chilenos de los últimos años. Cuando creó Fundación Iguales priorizó en la agenda social a los derechos de la diversidad sexual. Es un escritor con “grandes lectorías” nos dijo riéndose de las categorías del mercado literario, mientras participó del cuarto Hay Festival de Xalapa.

Por Javier Norambuena.

¿Cuál es tu compromiso con la creación de la Fundación Iguales

Hay un primer punto de inflexión en mi vida, que es cuando me reconozco como una persona gay y eso me permite encontrar un lugar en el mundo, después de haber dejado una historia de deber ser. Eso me permitió encontrar mi vocación literaria, y dedicarme a lo que me gusta. Mi literatura, si bien trata de la familia, de la pareja, de los sentimientos, de la intimidad, de la psicología de mis personajes, es una literatura marcada por esta experiencia biográfica y por lo tanto tiene un contexto mío político innegable. Sobre esa estructura biográfica, literaria y política, nace Iguales. Era simplemente la responsabilidad social que me tocaba asumir. Una causa exige un sustrato de conciencias políticas desarrollado y saber quién eres tú. Ese sustrato y ese saber quién soy en la vida, me lo dio la literatura a propósito de lo que me sucedió en la primera parte de mi vida. Además, era un momento político bien específico de Chile. Fue previo al mensaje a la nación del Presidente Piñera, del año 2011. Había expectativas que él iba a anunciar el envío del proyecto de unión civil al parlamento. Era primera página de los diarios todos los días, con un fuertísimo tira y afloja al interior de la coalición del gobierno. Hay una foto memorable, en que están entrando los presidentes de los partidos de derecha a La Moneda y salieron con una cara de satisfacción que a todos nos pareció inmediatamente sospechosa. Habían logrado torcerle la mano al Presidente. Ahí reaccioné muy fuertemente a través de twitter, Luis Larraín hizo lo mismo, y otras personas que estamos relacionados con la diversidad sexual.

Después, a mi me invitaron a un programa de televisión y eso produjo algo muy especial en la gente. Hubo una explosión de demanda ciudadana, que se convirtió en una marcha de cuarenta mil personas. Hasta ese minuto en las marchas LGBT iban tres mil o cuatro mil, los medios tomaron conciencia de lo que estaba pasando. […] El Gobierno de Chile no hace nada respecto a la diversidad sexual a nivel institucional. Las necesidades son gigantescas, en todo orden de cosas. Desde el trabajo, la salud, los derechos humanos. No es solamente el matrimonio igualitario y la unión civil, también son políticas públicas de antidiscriminación, la educación a todos los empleados del Estado en temas de diversidad sexual. Educar desde jueces, profesores, directores de colegios, fuerzas armadas, hasta a los servicios públicos del país es un trabajo gigantesco. Lo empezamos con un fin muy concreto, para lograr que el poder político se diera cuenta que estaba postergando los derechos humanos de la población chilena.

Ahora está en la presidencia Luis Larraín. Es interesante la transversalidad política que tienen en el directorio de Iguales.

Claro, Luis Larraín apareció públicamente en la franja de la campaña presidencial de Piñera . Luis es una persona con raigambres de derecha. Su padre es presidente del centro de estudios de la UDI . Pero representa una generación distinta a la mía, menos polarizada y menos binaria. La generación de Luis no es de derecha o de izquierda, heterosexual u homosexual, hombre o mujer, está fuera de los binarismos que vivíamos antes. Él no se entiende como una persona de derecha, está buscando a las personas que le resulte más sensata para llevar el gobierno del país. Y tiene una excelente relación, incluso mejor que la mía, con la Nueva Mayoría. La causa es tan fuerte que se sobrepone a tu pensamiento político, y es una cosa que hemos logrado. A veces se siente amenazada, pero nosotros en Iguales nos entendemos como una organización que está trabajando por el respeto de los derechos humanos y la diversidad sexual. Reaccionamos agresivamente cuando se nos trata de politizar. En cambio, hay otros grupos de la diversidad que entienden el trabajo de activismo como político. Es decir, tiene una dimensión política pero no queremos ser vistos ni como la Nueva Mayoría ni como de la Alianza. No tenemos vetos políticos de ningún tipo y tampoco aceptamos que las personas que trabajen con nosotros hagan una utilización política de nuestro trabajo. Pronto se vota en el Senado el primer trámite constitucional de la unión civil. Y contribuimos enormemente a que sea un proyecto digno, que reconozca la dignidad familiar de las parejas que conviven. Ese trabajo no lo hizo ni la derecha ni la izquierda, luego ellos se sumaron, nos ayudaron, lo pusieron en tabla, y lo hicieron votar. Pero la concepción de una unión civil familiar, que considera un estado civil de conviviente legal, es un trabajo que hicimos nosotros. Y no permitimos que fuera utilizado politicamente.

O sea no es partidista pero es micropolítico. 

Claro, es necesaria esa distinción, es apartidista, pero es muy político porque realizamos incidencia política a cada momento.

Hay un fenómeno de mercado exitoso en Chile de la literatura homosexual. Pedro Lemebel y tú son figuras de una escena cultural pero distintos en sus posiciones.

Él y yo somos complementarios no somos polos opuestos, Lemebel dispara desde fuera de la ciudad con artillería pesada y yo enveneno las copas de vino en las fiestas de la ciudad. Los dos somos igualmente de subversivos porque estamos subvirtiendo los órdenes biográficos que nos tocó vivir. Uno se preguntaría ¿por qué una literatura que podría ser etiquetada o estigmatizada tiene una recepción en el público más amplia? Por muchos años no lo sabía pero ahora tengo una sospecha. En mis libros el tema de fondo es el respeto al espacio propio, entendido como el núcleo de la identidad más los objetos que le dan sentido a esa identidad. Por ejemplo, mi identidad es algo practicamente innombrable, pero a esos objetos se suman el activismo, la literatura y relaciones de pareja. Es una imagen de Melanie Klein, de identidad y objeto. Ese espacio propio está bajo amenaza en mis novelas. La conciencia de un espacio propio bajo amenaza es una conciencia que han tomado la mayoría de los chilenos.

Todos los fenómenos que estamos viviendo ahora, son una rebelión contra la uniformización, normatividad y los poderes fácticos. Queremos que ese espacio sagrado, nuestro espacio propio sea respetado por el estado, las religiones y por el capitalismo. Ahí está mi encuentro de mi literatura con las grandes audiencias y con las grandes lectorías.

¿Qué proyecto literario tienes ahora?

Acabo de terminar una novela que se presenta en Chile, se llama Jardín. Es sobre una mujer que vive en una casa hace cuarenta y tantos años, y cultiva un bello jardín. El jardín es una gran metáfora del espacio propio. En la novela, aparece una inmobiliaria amparada por las leyes del municipio, a comprar el barrio completo y hace una oferta hostil a un precio sideral. Esta mujer ve amenazado su espacio propio porque su espacio propio se vuelve dinero. Hay cosas que no se pueden volver dinero. Queremos el respeto al individuo y su identidad. El capitalismo es tan amenazante como el estatismo para esa identidad.