La segunda temporada de Dear Withe People se estrenó el pasado viernes 4 de mayo en Netflix. Tras una primera temporada muy exitosa tanto en crítica como por los espectadores, los creadores de la serie llevaron más allá lo planteado originalmente en la película de la que se basaron y, ahora, se centraron en las redes sociales, los trolles y quién tiene ‘derecho’ a hablar de racismo.
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Por si no has visto la serie, te platicamos un resumen rápido. DWP está basada en la película del mismo nombre y que, en el momento de su estreno, hizo a muchos racistas de clóset aceptarse como tales al sentirse ‘ofendidos’ de que una película se burle de los propios estereotipos desde los que han discriminado por siglos.
Serie y película se centran en Sam White y sus compañeros afroamericanos en una universidad de élite en los Estados Unidos. Sam tiene un programa de radio, llamado “Dear White People” en el que se burla constantemente de los conflictos raciales que existen dentro de su universidad, por lo que se convierte en el centro de ataques y una líder entre sus compañeros.
La polémica de la película persiguió a la serie. Incluso se lanzaron varias propuestas para boicotear Netflix (otra vez), pero ninguna se materializó, la gente siguió viendo contenido de la plataforma e, incluso, aumentó su visibilidad. Para la segunda temporada, un año dentro de la presidencia de Donald Trump y el ambiente dividido y polarizado que se vive en el país, la serie no podía quedarse en la denuncia.
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El cambio principal que ocurrió tanto narrativa como críticamente fue que se quitó al programa de radio y a Sam del centro y, en cambio, se priorizaron las formas de organización casi anónimas de distintos grupos vulnerables, pero también, cómo se organiza el discurso de odio también anónimamente, en redes.
También se privilegió la autocrítica. Uno de los personajes gay reconoce los graves problemas raciales y misóginos de su comunidad, mientras que varios se dan cuenta de los problemas internos del discurso antiracista que beneficia, hasta cierto punto, a quienes los atacan constantemente.
Cuando se habla de racismo y feminismo existe una pregunta legitima de quienes no son afectados por ellos: ¿hasta dónde y cómo puedo denunciar la discriminación que mi género y mi color ejercen sobre las minorías oprimidas, hasta dónde es válido que diga lo que ellxs llevan diciendo por años sin que me esté apropiando de su lucha?
Tal como la temporada anterior, no hay respuestas ni guías, porque son discusiones que siguen (y seguirán) dentro de la protesta social. Quizá la pregunta abierta que hace girar toda la temporada sea hasta qué punto la reacción violenta contra la lucha social existe por la mera existencia de ésta.
Y, esa, queridos lectores, es la pregunta que ni siquiera Vision pudo responder.
