La destrucción irracional del patrimonio artístico es tan antigua como el arte mismo. El hombre ha encontrado en la vandalización de pinturas, esculturas, manuscritos y demás obras una forma de protesta y un grito de rebeldía, pero también, un acto de placer para mentes atormentadas.
En ese sentido, no ha existido criminal más icónico que Hans-Joachim Bohlmann, quien entre 1977 y 2006 dañó unas cincuenta obras de arte valoradas en 138 millones de euros, entre ellas, varios cuadros de Durero, Rembrandt, Rubens, Cranach el Viejo, incluido su retrato de Lutero, y El pez dorado (1925) de Klee.
¿Quién es Hans-Joachim Bohlmann?
Hans-Joachim Bohlmann nació en 1937 en Breslau, Alemania, que se convirtió en parte de la actual Polonia después de la Segunda Guerra Mundial. Con Europa convertida en astillas, Hans-Joachim vivió una infancia y adolescencia marcadas por las consecuencias de la Guerra, a lo que se sumó una situación familiar adversa y frecuentes episodios de estrés que afectaron su comportamiento en sociedad.
El caótico y oscuro mundo en el que vivía provocó una constante en su vida desde los 17 años: se le pasó ingresado en hospitales psiquiátricos por trastornos de depresión, ansiedad, tendencia suicida y pensamientos compulsivos.
Si bien a los 32 años se casó y mantuvo un trabajo estable durante una época, en 1973 fue despedido e indemnizado con una pensión de 800 marcos debido a que manifiesta síntomas claros de una enfermedad mental. Al año siguiente, fue sometido a una neurocirugía que introdujo electrodos en el cerebro para eliminar pequeños elementos de zonas seleccionadas. Una valoración posterior determinaría que la cirugía había alterado radicalmente su comportamiento al aumentar su agresividad.
Asesino del arte
Tras perder su trabajo, estudiar a los grandes maestros de la pintura se convirtió en su más grande pasión, por lo que acudía con frecuencia a museos acompañado de su mujer. Pero en 1977 su esposa se cayó de una ventana mientras limpiaba y murió a causa de las heridas, situación que Hans- Joachim no pudo soportar transformando la curiosidad por el arte en un sentimiento de ira y venganza.
En 1977 compró su primer frasco de ácido sulfúrico y el 16 de marzo lo vertió sobre el Pez dorado de Paul Klee. No demoró mucho en cometer su segundo acto de vandalismo, pues en menos de veinticuatro horas atacó La piedra de los lirios, de Radziwill.
Así comenzó su andar por galerías, iglesias y palacios de hasta ocho ciudades alemanas. En aproximadamente seis meses dañó un total de 23 pinturas pero su actividad vandálica y delictiva no se limitaba exclusivamente a la pintura, pues en la ciudad de Lübeck incendió un altar y una noche en Hamburgo esparció esvásticas en el cementerio. Finalmente, fue internado en el Hospital Psiquiátrico de Múnich y, tiempo más tarde, en Hamburgo.
En 2005, el Tribunal Regional de Hamburgo consideró que no estaba justificado que permaneciera encarcelado más tiempo y le concedió la libertad condicional prohibiéndole entrar a cualquier museo. Un año después, en junio de 2006, realizó su último atentado contra una obra de arte, tras vandalizar el Banquete del gremio de los Ballesteros en la celebración del Tratado de Münster (1648), una obra maestra de Bartholomeus van der Helst, ubicada en el Rijksmuseum de Amsterdam, sobre la cual arrojó líquido inflamable para luego prenderle fuego.
La lista de patrimonio artístico dañado por Hans-Joachim incluye obras de Paul Klee, Durero, Rembrandt, Dorst, Rubens, y muchos más. El mayor criminal de arte de la historia murió en 2009 en Hamburgo debido a un cáncer de pulmón.
¿Ya conocías la historia de Hans-Joachim Bohlmann?
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