El pasado 9 de septiembre, el gobierno federal calificó al embajador de Corea del Norte en México como persona non grata después de que el régimen de Pyongyang realizara con éxito su sexta prueba nuclear.
México adopta medidas respecto a la actividad nuclear de Corea del Norte. Comunicado https://t.co/2PzuCkdT22 pic.twitter.com/N1WMZCuHq1
— Relaciones Exteriores (@SRE_mx) September 7, 2017
Para muchos, la medida resultó… extraña, pues una decisión así de fuerte no se tomaba desde los conflictos diplomáticos anteriores a la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, resultó la primera de varias semejantes tomadas a lo largo de Hispanoamérica: Perú hizo lo mismo y España redujo la representación del país asiático en su capital.
Sin embargo, la medida fue criticada fuertemente por miembros del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena): la diputada capitalina, Ana Ángeles Valencia, y el consejero nacional Ramón Jiménez López.
La izquierda partidista de México tiene una larga historia de… “perdonar” los graves errores que gobiernos y aliados ideológicos cometen en pos de defender una forma particular de gobierno.
Es cierto que, históricamente, ha habido una persecución política (y policiaca) contra el socialismo, el comunismo y, en general, la izquierda política en América Latina y en las esferas de influencia de los Estados Unidos, y esto es una herencia directa de los conflictos “satelitales” de la Guerra Fría: desde la crisis de los misiles de Cuba en 1962, hasta la guerra sin tregua entre las dos Coreas (porque, todavía hoy 57 años después, formalmente siguen en guerra).
Esto llevó, en otro tiempo, a miembros de los diversos partidos comunistas y socialistas mexicanos a “perdonar” o a no querer ver los graves atropellos políticos y de derechos humanos que se cometían en los países socialistas: desde las purgas estalinista, la persecusión homófoba del castrismo, la “ausencia” de disenso en Corea del Norte o la evidente crisis humanitaria, económica y política por la que, hoy, pasa Venezuela.
https://youtu.be/kGdT5CMtlPo
No hay forma de hablar de una izquierda, pues no hay una sola corriente política ni ideológica; más bien, hablamos de “izquierda” porque resulta más sencillo generalizar voces que, en buena medida, buscan cosas semejantes, aunque los medios a través de los cuales proponen lograrlo son divergentes.
La izquierda partidista, por otro lado, está representada mayoritariamente por Morena: los líderes “morales” que, antes, formaban parte del Partido de la Revolución Democrática (PRD) salieron de éste conforme perdía su identidad política en pos de “ganar” elecciones.
Tan enchilados los de Morena con la expulsión del embajador de Corea del Norte que tuvieron que revivir un chisme de hace más de 1/2 año.
— Mi nombre es Erre, José Erre. (@Jose_R_YR) September 14, 2017
En muchas ocasiones, ese mismo “purismo” ideológico ha llevado a sus miembros a solapar crisis humanitarias, a perdonar crímenes que no dejarían sin denunciar si fueran de sus opositores y a aparecer, una y otra vez, como un extraño remanente del pasado dicotómico en el que el mundo estaba dividido entre el socialismo y el capitalismo.
Con las elecciones en puerta, con los conflictos internacionales subiendo de intensidad y multiplicándose gracias al presidente de los Estados Unidos, ¿Morena no debería de tomarse un tiempo para definir si lo que más le conviene, como partido y como grupo de izquierda, es defender lo indefendible a costa de sí mismo?