El jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, presentó hace dos días a Jesús Zambrano, dirigente nacional del PRD, su propuesta de reforma a la constitucional para redefinir el estatus político de la Ciudad de México y así darle autonomía federativa de una vez por todas. Pero, ¿qué significa esto y qué novedades traerá consigo? Acá te damos un primer vistazo general.

Breve Historia chilanga

En la primaria, los mexicanos aprendimos que la administración del territorio nacional se divide en 31 estados y un Distrito Federal. El primer siglo del México independiente se caracterizó por una lucha intensa (muy intensa) entre centralistas y federalistas. Los primeros abogaban por un único gobierno que legislara y ejecutara a través de una jerarquía clara en la que el jefe de jefes fuese el presidente de la república y los gobernadores sus elegidos y empleados directos. Los segundos pensaron que lo mejor era dividir el país en unidades independientes cuya población decidiese democráticamente quiénes debían ser sus gobernantes, mismos que debían velar por los intereses locales ateniéndose siempre al espíritu de la constitución federal.

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Esta última postura triunfó luego de guerras, guerras y más guerras. Sin embargo, era necesaria la existencia de un territorio en el que tuviesen sede los poderes federales y que no perteneciera a estado alguno para que sus decisiones no estuviesen influenciadas por ningún gobierno local. Así, nació un distrito no estatal sino puramente federal, cuyas tierras fueron tomadas “con su permiso” y discretamente del Estado de México. Todo esto se decidió en el lejano año de 1824 y el territorio de la capital tenía la modesta extensión de  220.6 km². Sin embargo, su “alteza serenísima “ Antonio López de Santa Anna, sabiendo que básicamente nadie lo quería y que debía cuidarse de las invasiones sorpresivas a la ciudad, extendió su territorio a 1,700 km², mismo que no ha cambiado demasiado hasta nuestros días. Con esto nació el principal problema del Distrito Federal: demasiado territorio significó demasiada población sin autonomía.

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Después de la revolución la cosa no cambió mucho. Chilangolandia era administrada por un “gobernador”, posteriormente llamado “Jefe del Departamento del Distrito Federal” (mejor conocido como Regente) elegido por el presidente y rigiéndose por leyes expedidas por el Congreso de la Unión. Gracias al disgusto de sus habitantes y la urgencia del gobierno federal por librarse de la lata de un gobierno local, se logró en 1993 la eliminación de esa figura, sustituyéndola por la de hoy: Jefe de Gobierno del Distrito Federal, quien se elige democráticamente por los habitantes de la ciudad. Este derecho se ejerció por primera vez en 1997. Con todo, la autonomía no es aún total: la ciudad carece de una constitución local, sus propuestas de ley pueden ser vetadas por el gobierno federal, entre otras cosas.

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Propuesta de Reforma

¿Y entonces de qué se trata la propuesta de Mancera? En primer lugar, pretende cambiar el estatus federal de este territorio. Así, dejaría de llamarse “Distrito Federal” para adoptar el sencillo nombre deChilangolandia Ciudad de México. La siguiente consecuencia de perder el estatus federal es la necesidad de una constitución propia. Para ello, Mancera propone crear una asamblea constituyente (una bola de tipos) que redacte la nueva y flamante ley suprema de la ciudad. Esta asamblea pretende ser lo más plural posible, por lo que estaría conformada por legisladores federales, académicos y representantes de todos los partidos . Esta constitución garantizaría, en primer lugar, la autonomía absoluta de las facultades de los tres poderes de la ciudad, tal como ocurre en todos los estados.

MIGUEL ÁNGEL MANCERA

¿Entonces la ciudad se convertirá en un estado nuevo? No exactamente, pues de ser así, el poder federal estaría asentado en un estado, lo que violaría el principio de no influencia por el que, en primer lugar, se creó el distrito federal, llevándonos a un loop espacio temporal que pondría en peligro la estabilidad del universo. Mancera ha sido muy claro en que la cuestión consiste en encontrar una manera de hacer coexistir el gobierno federal y el local de tal forma que la intromisión administrativa de uno en el otro sea mínima, todo ello sin crear un nuevo estado, pero sí una entidad federativa plena (lo que tiene por demás confundida a la prensa y a los analistas…)

La propuesta toca 9 artículos constitucionales, entre los que destacan el 76, que indica que el senado puede quitar y poner jefes de gobierno (facultad de la que no ha hecho uso, pero nunca sabe….); y el 124, que se pretende que ahora rece así: “las facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden reservadas a los estados y a la Ciudad de México”.

Modifica también la identidad de las delegaciones, transformándolas en algo mucho más parecido a municipios y a los jefes delegacionales en algo así como presidentes. La ventaja de esta transformación es que las administraciones delegacionales ahora sí tendrán un contrapeso que vigile su gasto.

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En todo caso, esto apenas comienza. La propuesta debe seguir una larga peregrinación desde el comité del Pacto por México, la cámara de senadores y después el congreso en general, por lo que la forma preliminar de la constitución de la Ciudad de México se prevé para el 31 de agosto de 2014.

El principal opositor de Mancera es el PAN, que ha presentado su propia iniciativa que excluye la redacción de una constitución, bajo el argumento de que la asamblea estaría influenciada fuertemente por el PRD, partido que gobierna la capital del país desde su apertura democrática.

Seguramente escucharemos mucho sobre este debate en los próximos meses. Mientars tanto, los chilangos podremos seguir llamándonos defeños con propiedad.